Para entender el mundo algo mejor
La teoría de la evolución hace aguas cuando se aplica a la especie humana, pues, lejos de adaptarse a la Naturaleza, el objetivo fundamental de esta anomalía de la que formamos parte es sobrevivir a las dificultades generadas por nuestra propia naturaleza.
Antonio Machado trató de reflejarlo sintéticamente, en unos versos que aplicó a los españoles: "Españolito que vienes al mundo/te guarde Dios:/Una de las dos Españas/ha de helarte el corazón". Para un poeta que había sido testigo de una guerra civil, el desánimo estaba muy justificado. Pero no vemos en la idea el reflejo de una ley universal. Ahora que el mundo tiene pretensiones de global, las gentes con el corazón helado se concentran preferentemente en el occidente, aunque quienes sufren las consecuencias están por todas partes, y son la inmensa mayoría.
Otros escritores, como Georges Perèc, lo intentaron ya desde el título de su obra magna: "La vida, instrucciones de uso"; Podíamos citar a muchos, a casi todos los grandes, -Balzac, Cervantes, Shakespeare, Tolstoi-, como empeñados en contarnos a los demás lo que creían saber del comportamiento de la humanidad.
Hoy día, cualquier niñato cree conocer las claves de la existencia sin necesidad de que se las cuente nadie, gracias a la televisión y a la calle (por este orden). Por la primera, se ha impregnado desde los primeros chupeteos, de violencia, obsesiones por la belleza corporal como clave para el sexo promiscuo, desprecio al mérito y convicción profunda de que nadie puede servir de modelo de comportamiento ético, ya que la mierda y el engaño lo contagian todo.
Por la calle, aprenden del peligro de separarse del grupo, buscan la protección en el anonimato y en la imitación, y entienden rápido que el saber ocupa lugar, por lo que es mejor dedicarle mínimo espacio en el cerebro.
Sería muy necesario que los que pretendan controlar los mandos de esta sociedad dedicaran tiempo a poner en valor algunas cualidades caídas en desuso: la ética, el pundonor, la honradez, el servicio, la disciplina, la esplendidez, la seriedad, la coherencia, ...
Porque nos ayudarían a entender el mundo algo mejor: no el que tenemos en las manos ni tampoco del que venimos, sino el que nos permitiría recuperar el sentido de nuestra naturaleza.
Habría que advertir, sin embargo, que, como instrucciones de uso, en este momento, para la vida que tenemos por delante, aparecen como extremandamente perjudiciales para la serenidad emocional, e incluso, como peligrosas para garantizar la supervivencia.
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