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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre sobrinos

Empecemos con un relato verdadero:

El anciano cruzaba la calle lentamente  a causa del Parkinson, apoyándose en un bastón y conducido por una servidora, que le advertía, a gritos, de que debería darse prisa, pues el semáforo acababa de cambiar a rojo.

De pronto, las piernas se le bloquearon y cayó al asfalto. Dos transeúntes lo levantamos del suelo y le preguntamos cómo se encontraba, acercándolo a la acera. Pasó un vecino, que se dirigió a él por su nombre, y, como hablando para un público inexistente, dijo: "¿Tiene Vd. hijos? ¡Usted no puede seguir ásí! ¡Llámelos, que le vengan a buscar y le lleven con ellos!".

El anciano, sin dirigirle la mirada, musitó para los que le sosteníamos: "No tengo hijos. Solo tengo sobrinos".

Sigamos con otro relato imaginario, aunque con -algo ocultas, a nuestro entender- sagradas enseñanzas:

La Biblia cuenta que Lot, sobrino de Abraham, -el patriarca que fue urgido por Yahvé para sacrificar a su hijo unigénito Isaac (unigénito si excluimos a Ismael, el que tuvo con Agar, su esclava, porque está claro que hasta para la divinidad hay clases) con la intención de probarle-, se apareó con sus hijas, conscientes éstas de que era la única manera de tener descendencia, ya que no había más varones a la redonda, como consecuencia del castigo fatal enviado sobre Sodoma y Gomorra; para forzar su voluntad, y seguramente obedeciendo al estímulo subyacente de las libidinosas prácticas que habían presenciado antes, lo emborracharon antes.

El sobrino (segundo) más enigmático de las escrituras judeocristianas es Juan el Bautista, hijo de Isabel, prima de la Virgen María. Su nacimiento está envuelto en la misma nube de misterio acerca de la esterilidad de su madre que la que sirvió para presentar la intervención especial que dió lugar a Isaac, el hijo de Sara, al que nos hemos referido antes, también incapacitada para la concepción, en momento en el que aún no se había inventado el negocio de las clínicas de fertilidad.

Sobrinos en la literatura han aparecido algunos: los más famosos son los del tío Gilito, huérfanos menos aficionados a las cosas del dinero que lo que manifestaba su otro tío, Donald, envidioso de quien lo manejaba a paladas, aunque no tuviera que preocuparse por defenderlo de los golfos apandadores.(1)

Está, desde luego, situada en buen lugar, la sobrina de Don Quijote, preocupada por la salud intelectual de su tío, y cómplice, junto con el ama y el sacristán, de la pérdida de magníficos ejemplares de libros de caballería.

En las Crónicas de Narnia, C.S. Lewis dedica muchas páginas (un libro entero) al Sobrino del mago, el loco Andrew, tío de Diggory.

En la vida real, los sobrinos se dividen, en general, en relación con las expectativas de heredar a sus tíos. Si los tíos tienen hijos, y los sobrinos de los que estamos hablando, padres vivos, cada clan se ocupa de sus cosas, y hasta es posible que los primos ni lleguen a conocerse.

Si los tíos no tienen hijos, las perspectivas de un caudal hereditario interesante, suelen acercar a algunos sobrinos al calor del parentesco, tratando de conseguir algún beneficio. De la experiencia en temas hereditarios, los conflictos entre sobrinos por la herencia de un causante muertoe intestato, son pan de cada día para bastantes abogados.

Por cierto, el Código Civil español contiene un artículo que suele levantar sorpresas y ampollas entre legos en relación con el sobrinazgo. Es el 925: "El derecho de representación tendrá siempre lugar en la línea recta descendente, pero nunca en la ascendente. En la línea colateral sólo tendrá lugar en favor de los hijos de hermanos, bien sean de doble vínculo, bien de un solo lado."

En román más paladino (es un decir), los sobrino-nietos no heredan cuando compiten con hermanos del difunto y sus sobrinos vivos. Así que la premoriencia de un sobrino respecto a su tío, deja a los pobres hijos de aquél sin derecho a heredarlo. 

Apresúrense, pues, los posibles afectados por tan cruel disposición a conseguir, en vida de su querido tío-abuelo (o tía-abuela, entiéndasenos), regalos, donaciones o prebendas o, si les es más sencillo, llévenlo a redactar un testamento en el que se les incluya.

(1) Los golfos apandadores es la misteriosa adjetivación de los delincuentes que perseguían el dinero del tío Gilito; sus técnicas para apropiarse de lo ajeno resultaban, ya entonces, tan increíbles como hilarantes. Apandar, término caído en desuso, es equivalente a apropiarse.

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