Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la perfección

Si se preguntara a un grupo de personas lo que entienden por una "fiesta perfecta", detectaríamos -además de a los que no saben o no contestan, esto es, a los que no quieren mojarse en su vana pretensión de no ser catalogados- dos grandes grupos: a) quienes opinan que una fiesta perfecta es aquella en la que estuvo todo organizado hasta los menores detalles; y... b) los que están convencidos que una fiesta perfecta es una reunión improvisada en la que cada uno de los asistentes se esforzaron en pasarlo bien, no a costa de los demás, sino con los demás (o, al menos, con algun@s).

No nos sentimos con fuerzas para realizar una lista de las medidas que un buen anfitrión debe adoptar para que sus invitados no se le vayan de la fiesta después de haber agotado las aceitunas con hueso, y que los más interesados sin otras ideas podrán encontrar en cualquiera de los manuales de etiqueta que publican regularmente los que se consideran expertos en organizar la vida de los otros.

Lo que estamos convencidos es que, saraos y festejos aparte, la mayor parte de los seres humanos se dividen entre los que encuentran placer en sacarle punta al lápiz que otros han afilado (o "tajado", como decimos los asturianos) y los que se esfuerzan en escribir con el que tienen a mano, aunque lo hagan con tachaduras, enmiendas y errores.

Son dos esquemas de búsqueda de la perfección, al fin y al cabo: la de los que pretenden crear con los mimbres de que disponen, y la de quienes utilizan el trabajo de otros, para matizarlo o ampliarlo. Si ambas subespecies humanas son capaces de colaborar, sin hacerse daño, estaríamos en buen camino. Pero si los primeros ven a los segundos como pejigueros sin remedio y los otros sientan su autocomplacencia en creerse que son los autores de lo que, simplemente, han pretendido corregir, mal vamos.

Porque la Historia está plagada de fracasos de quienes pretendieron haber encontrado el camino perfecto para lograr algo, pero también tiene magníficos ejemplos de quienes encontraron soluciones para problemas que no estaban analizando. No pocos descubrimientos de los llamados claves para la Humanidad son producto de una casualidad que se colocó en la trayectoria de los que estaban investigando otra cosa o ni siquiera pretendían descubrir nada.

Y nadie habrá de creerse tan fino como para no admitir que lo que ha hecho no puede mejorarse. La sensación la percibe, con frecuencia, el propio autor, cuando repasa lo que hizo al día siguiente, o al cabo de los años; nuevas informaciones, mejor percepción de lo que se tenía a la vista, cuando no el amargo sabor de descubrir errores, defectos de expresión, faltas de ortografía, confusiones tanto de bulto como de fineza...

Hace algún tiempo, los que creían tener algo que decir lo dictaban a su secretari@, o se lo trabajaban con el bolígrafo sobre un papel en blanco, y había oportunidad para corregirlo una y cien veces, antes de lanzarlo a más publicidad; hoy, casi todos los creativos de la letra impresa trasladan directamente del magín al procesador de textos sus elucubraciones, y de ahí, al espacio sideral, con lo que los enanos infiltrados en los programas informáticos engorrinan el trabajo: suprimen, aparentemente a su antojo, aquí y allá palabras, cortan párrafos, o corrigen otros automáticamente sin respeto, pudor y sin consultar a dios ni al diablo.

Desde los escritos oficiales, sean dictámentes jurídicos a informes de situación, presupuestos del Estado como comentarios anodinos, hemos aprendido a convivir con los errores, conscientes, mal que nos pese, de que cualquier intento de hacer algo brillante será superado en días, por mucha que sean la importancia que queramos darle. Preocupados por difundir cuanto antes, ya que lo efímero nos acogota, nos hemos acostumbrado a no dar a la letra impresa mucha importancia, aunque nos vayan en ello los dineros y la tranquilidad, no pocas veces.

A pesar de todo, se siguen adjetivando como perfectas muchas creaciones por sus orgullosos autores. No importa que la corrección de errores ocupe un lugar preferente en el BOE o que las tormentas perfectas no pasen de ser fenómenos atmosféricos de tres al cuarto. Desde la otra esquina, se califican como porquería, lanzándolas al cubo de la basura, muchas propuestas dignas de sereno análisis, porque contienen la base para avanzar hacia lo bueno.

Lo que no entendemos es el celo con el que, cogiéndose el artilugio de pensar con papel de fumar, persisten en los sótanos de atractivos edificios mentales, tipos sin ninguna imaginación para crear que critican con placer lo que otros proponen, cortando a hacha las hojas y las ramitas de su trabajo, o añadiéndole arabescos laterales tan rimbombantes como estériles, jardineros de fin de semana a los que solo importara dar al envoltorio carácter de bombonera, sin percatarse de que lo que interesa es la calidad de los bombones, no los plásticos y papeluchos que los envuelven.

0 comentarios