Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Contra vientos y mareas

Los indignados del Quince-Eme parece que, al fin, están dispuestos a levantar los campamentos con los que ocuparon algunas plazas españolas (e incluso, extranjeras), defendiendo métodos de discusión y toma de decisiones que, los que peinamos canas, no habíamos vivido desde las reuniones asamblearias en la Universidad.

Aquellas interesantísimas asambleas, en las que se perfilaron las lenguas viperinas de los mejores políticos que daría a España la democracia que se pactó constitucionalmente en 1978, terminaban de forma imprevisible, aunque, con el tiempo, se concretaron en dos opciones: acabar como el rosario de la aurora o aguantando mamporrazos y realizando carreras por obra y gracia de los grises (que era como se denominaban entonces, por el color de su indumentaria, a los guardianes del estáblismen).

Los jóvenes del Quince-Eme nos recuerdan, a los mayores, algo de lo que habíamos olvidado o querido olvidar, y del que nos parece conocer, como en una película, el desenlace.

Hemos tenido la suerte y las ganas de asistir, como espectadores mudos, a varias de estas asambleas callejeras, en diferentes lugares de España. Los medios de difusión informativa nos proporcionan también algún material para el análisis, con los sesgos que hay que saber filtrar.

Desde la simpatía inicial hacia todo lo que signifique mover el cotarro de la comodidad y la autocomplacencia, identificándonos con lo que significaba de protesta y llamada de atención, en un momento oportuno (las elecciones locales), a los que ejercen la profesión de la política, respecto a la imperiosa necesidad de escuchar a los representados y no solo a los representantes, hemos pasado rápidamente a la decepción.

La manifestación de inquietudes ha degenerado en algarabía, en barullo; la ocupación de las plazas, en kermese barriobajera; las discusiones sobre lo que hay que hacer, en elucubraciones entre la fantasía irrealizable y la realidad ya consumada.

La retirada a los cuarteles de invierno de ese autollamado movimiento era imprescindible, y vendrá bien a todos. Para quienes, con buenas intenciones y loable voluntarismo, han intentado dirigir las reuniones asamblearias, es una enseñanza que no olvidarán el haber captado lo difícil que es extraer conclusiones de un desorden ideológico. Se ha podido detectar también a los arribistas y aprovechados (por variadas razones: desarraigados, curiosos a la que salta, disconformes crónicos, macarras, violentos, drogatas, ladronzuelos,...), y podido enjuiciar el ruido que provocan, siempre malsano y a veces ensordecedor, en los mensajes.

Pero hay mucho aprovechable, y es importante que esos jóvenes -son fundamentalmente jóvenes- de los que hemos visto lo articulado de su descontento, lo serio de sus -a veces- ingenuas propuestas, pero dignas de mayor reflexión, lo noble de sus inquietudes y lo intenso de sus ganas de participar haciendo algo útil y para lo que no se les deja sitio, no abandonen su intensidad, mejoren su discurso y se lancen a la arena de la disputa por el espacio político.

Porque nos ha dejado perplejos que los que están en el poder o en la alternativa digan ahora que han entendido sus mensajes, y que en el movimiento hay mucho aprovechable. Aquí no se trata de tomar la calle para expresar un genérico descontento o para abrir un debate con propuestas generales.

Las energías alternativas son imprescindibles para conformar la democracia. Solo que lo nuclear no puede venir de la calle, entendiendo por ello, la voz de quienes no están en la gestión de lo público. Si sucediera así, estaríamos en los albores de una revolución, lo que no parece ser el caso, ni, por supuesto, sería deseable.

La enseñanza que los profesionales de la política deben sacar del Quince-eme es que se les ha olvidado que no solamente no están solos, sino que la mayoría que los apoya en las urnas no les vota por convicción de que lo harán mejor que otros, sino por costumbre de salir a la calle un domingo cada cuatro años a que les vean los vecinos en un colegio electoral, para volver luego a sus cavernas de indolencia y conformismo.

Estos jóvenes son, en verdad, la conciencia colectiva. Llena de contradicciones, ayuna de debates, falta de objetivos compartidos, perdida en discusiones que no mejoran la solución a los graves problemas que tenemos, entre todos, que resolver y que, a medida que pasa el tiempo sin abordarlos, se hacen más difíciles y disminuye la credibilidad de quienes pretenden disponer de soluciones adscribibles a las artes de birlibirloque.

1 comentario

PILAR NÚÑEZ -

La forma de expresar la "indignación" ha sido, bajo mi punto de vista, bastante folclórica pero no nos deberíamos olvidar del aumento del voto nulo y del voto en blanco.