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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre estrategias animales y humanas improvisaciones

La observación de comportamientos en el mundo animal nos ha servido para extraer ejemplos que asimilamos a estrategias, aunque posiblemente deberíamos hablar más acertadamente de instintos y aprendizaje selectivo.

Los adultos enseñan a las crías la manera más eficaz de proporcionarse alimento y protegerse de convertirse en el de otros y, a base de probar el modelo, los jóvenes llegan a su perfección (o mueren en los intentos).

Hablamos, pues, de la estrategia del avestruz (esconder la cabeza ante los peligros), de las leonas (cazar en grupo, agotando a la presa persiguiéndola sucesivamente), de la hormiga león (esperar en el fondo del agujero a que resbale por las inclinadas paredes su alimento preferido), de la araña (tejer un entramado tramposo para confundir a incautos que creen obtener otra cosa)...

Incluso se han escrito libros sobre las estrategias animales: Antonio Núñez ha publicado recientemente "La estrategia del pingüino", y aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid (o el Nora por Oviedo o que el Manzanares nace en Madrid) para aplicar el cuento a la actitud de los mandamases socialistas en estas elecciones.

Sin desmerecer, en absoluto, todos estos bellísimos intentos de acercar el mundo animal a nuestra área de conocimiento, estamos cada vez más convencidos que lo que caracteriza al ser humano, como colectivo es el rechazo visceral de toda estrategia e, incluso, el gusto por desmontar cualquier intento de aprovechar como enseñanza los descalabros que han sufrido los antepasados.

Si la generación de los mayores trata de imbuir a los más jóvenes la necesidad de huir de ciertos comportamientos peligrosos, se puede tener la seguridad de que los retoños los probarán en su grado sumo. Entre los placeres de la existencia, el hombre ha encontrado el de hacer justamente lo contrario de lo que le indiquen, como más sensato, los experimentados (léase, escarmentados).

Puede que el avance de la Humanidad tenga que ver con este continuo prueba y error en el que los ensayos más aplaudidos se llevan a cabo en los territorios que deberían estar prohibidos, a tenor de las experiencias dolorosas del pasado.

Tal vez como consecuencia de la asunción del escaso valor de la enseñanza para transmitir conocimientos, estamos asistiendo a un ceremonial de improvisaciones, de desprecio de técnica, de pasarse por alto (por los arcos del triunfo, se dice, incluso) los consejos de los que podrían tenerse por más sensatos.

Habrá que ponerle un nombre a este destrozo: "estrategia del ñu".

Estos animales, si en su peregrinar se encuentran con un obstáculo que individualmente no pueden salvar, no se detienen ni buscan otro camino. Se van precipitando en el vacío, empujados por los que vienen detrás y por su instinto ciego, y, cuando se ha acumulado un montón de cadáveres adecuado, el resto de la manada puede pasar sobre ese puente de carne sacrificada.

Otro comportamiento del mismo cornúpeta confirma las similitudes. En uno de esos magníficos documentales de National Geographic, se recoge el episodio en que un ñu adulto -fuerte y sano- es atacado por varias leonas, que, después de conseguir detenerlo en su carrera, se esfuerzan en doblegarle la cerviz para darle las detelladas definitivas, agarrándose con sus patas a la dura piel del bóvido, que desgarran una y otra vez sin piedad.

Los demás rumiantes han escapado, veloces. Solo el macho dominante de la manada observa la contienda, para el caso, según se nos explica en off, en que su colega consiga liberarse de las carnívoras, y acompañarle de vuelta al rebaño. Sin embargo, cuando percibe claramente que el otro no conseguirá zafarse, da media vuelta y lo abandona a su suerte, sentenciándolo así antes de que los felinos consumen la tragedia que a unos da muerte y a otros sirve de alimento. 

Esta parte de la estrategia del ñu resulta igualmente emocionante.

2 comentarios

Administrador -

En efecto, ese comportamiento, asimilable también a estrategia perversa, es muy interesante, porque pone en evidencia la nula importancia que tiene la vida de un individuo de la manada, si su sacrificio sirve para alimentar a los depredadores y así los demás puedan salvarse. En la naturaleza, los más débiles y, en algún caso, los designados por el azar, son las víctimas habituales. Entre los seres humanos, no es raro que sacrifiquemos a los más capaces -suelen ser críticos con el sistema- , para que los ineptos, los sumisos y, sobre todo, los menos escrupulosos, puedan proseguir con sus maquinaciones.

ifelgueroso -

También se olvido de comentar la estrategia de cruzar el rio plagado de cocodrilos, aún a sabiendas de que no todos lograran llegar al otro lado, es la única manera que tienen de alcanzar los pastos que les alimentaran durante el invierno.