Sobre la muerte y otras incomodidades
De entre las incomodidades que nos vemos obligados a soportar, forzados por nuestra débil naturaleza, la de la muerte es la más dura. No nos referimos, obviamente, a la muerte propia -que ésa tampoco es para tanto, tratándose de un episodio indisociable de nuestro currículum-, sino a la de los otros y, más especialmente, de aquellos que no forman parte de nuestra familia ni pertenecen al círculo de nuestros amigos verdaderos
Quizá ya adivine el lector por dónde vamos. Estamos tratando la cuestión desde la perspectiva de la muerte de los otros, considerada como un trabajo adicional, una carga, como consecuencia del acto social que nos demanda una parte de nuestro valioso tiempo libre.
Hay quienes lo tienen perfectamente organizado, conscientes de la relevancia de cumplir adecuadamente con esta pejiguera. Conocemos el caso de directores de personal o ejecutivos de grandes empresas que incorporan a su agenda todos cuantos funerales se refieren a los allegados de sus empleados distinguidos y, por supuesto, no se pierden ninguna de esas ocasiones de manifestar un rostro compungido y derrochar unas palabras ininteligibles pero cariñosas sobre el hombro de los deudos, sin importarles un bledo la veracidad de los sentimientos expresados.
Los funerales -y no solamente desde el rito católico, porque, en este punto, todas las religiones que se precien conceden singular valor al acto de acompañar con pompa a los muertos en su camino al olvido, de la mano de Carón- con actos de significado totémico para nuestras sociedades.
Hay que hacerse ver, y no en relación con el difunto, sino con los vivos. Ni siquiera la familia del finado juega un papel sustancial en este escenario, porque la representación del duelo se dirige por lo general hacia otros lados. No pierda ocasión de asistir al espectáculo de alguna de las próximas manifestaciones de duelo -así las llaman- que, al no afectarle, pueda ser vista desde la distancia. Le aconsejamos alguna según el rito católico.
Observe quiénes ocupan las primeras filas, cómo se tuercen los cuellos durante la ceremonia, tratando de descubrir conocidos y detectando las piezas sociales sobre las que hacerse ver, traduzca en influencias la precipitación de algunos asistentes para estrechar a la familia del difunto; compruebe incluso las formas de devoción que les llevan a no desdeñar cualquier protagonismo, en el reparto de la comunión, en la firma en el libro de condolencias, en la lectura de oraciones, en los apretones de manos en la transmisión de la paz, en el tono de los cánticos devotos.
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