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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Cabe Fukushima

(La preposición "cabe" está en desuso -significa "junto a"-, pero se la encuentra todavía en la poesía y en algunas frases con la que se pretende llamar la atención. Ese Comentario pretende ser un poema; tiene la intención de manifestar solidaridad, respeto y, al mismo tiempo, distancia; obviamente, los destinatarios de un mensaje tan contradictorio son diferentes).

A las 16h de la tarde (más o menos, no vamos a molestarnos en mirar la programación para concretar la hora) del día 16 de marzo de 2011, Madrid y Lyon, dos ciudades europeas, se paralizarán durante un par de horas. Motivo: un partido de fútbol, un juego.

El mismo día, a la misma hora, a 10.000 km de distancia, cientos de miles de personas estarán ocupadas en otra misión, de excepcional trascendencia para ellas. Motivo: recibir la última información sobre el control alcanzado de la situación en cuatro reactores nucleares de la central de Fukushima, afectados por una de las mayores catástrofes naturales conocidas en la historia de la Humanidad.  

De esos cientos de miles, hay 50 personas que tienen un protagonismo especial, porque del resultado de su trabajo dependerá la tranquilidad de los demás: son las encargadas de mantener los parámetros del núcleo de los reactores bajo control, garantizando, en lo posible, la refrigeración de la vasija que lo contiene.

Su tarea está considerada, naturalmente, como de alto riesgo. Se juegan la vida, una muerte prematura, enfermedades degenerativas que no perdonan, duelen. Han sido comparados, por algún imaginativo, con "mineros". Solo son comparables consigo mismo.

Hemos tenido oportunidad de leer y escuchar en estos días muchas opiniones sobre los acontecimientos de Japón, la mayoría, emitidos por gentes que no saben, pero quieren opinar. Lo hacen desde posiciones preconcebidas, argumentan desde una infinita distancia con el suceso, se ponen parches en el ojo propio, intacto, no por simpatía ni por prevención, sino porque tienen miedo y no saben cómo controlarlo.

A unos se les ocurre que se hubiera evitado el accidente de haber elevado 20 m la base de las centrales, porque así el tsunami no habría afectado las instalaciones; otros expresan que nunca debieran haberse instalado centrales nucleares junto al mar, en zona sísmica; aquél dice que el Apocalipsis ha llegado; otros, aprovechan para defender el negocio de las eólicas y de la fotovoltaica; acullá se oye, con un deje a desvergüenza, que jamás nos habría pasado a nosotros, porque la casualidad nos ha puesto, hasta ahora, lejos de los desmanes de la madre naturaleza.

Cabe Fukushima, cabe los expertos japoneses, cabe los que guardan silencio y atienden, con paciencia -y, sí, claro, con miedo, desolación, sueño, rabia- a que los que saben, concluyan.

Habrá tiempo para pensar en cómo protegerse mejor de los terremotos y de los tsunamis, y seguir avanzando en la única dirección que, para la humanidad en marcha, pero en calma, tiene sentido: sabiendo y controlando más las fuerzas de la naturaleza, hasta acabar dominándolas.

Algo que no se consigue, desde luego, por mucho que el Madrid y el Lyon proporcionen a los que quieran divertirse, un buen espectáculo de pelota.

(Por cierto: ¿Ya no preocupa lo que está haciendo Gadafi en Libia? Puestos a revisar, tenemos que revisar muchos protocolos...)

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