Sobre sustentabilidad, energía nuclear y ecología
El 18 de junio de 2009, se presentó un supuesto debate sobre energía y sostenibilidad en el marco del Foro Permanente de la Sostenibilidad (FPS).
En este país dominado por quijotes, jetas e iletrados no hay debate, ni podrá haberlo jamás mientras falte a espuertas la educación. Y esta falta de educación no es por carencia de cultura -que, por supuesto, domina a casi todos los que hablan-, o por defecto de información -que, naturalmente, está en el fondo de muchos argumentos-.
Falta educación como sinónimo de atención al otro, para escuchar sus argumentos y, por tanto, bien poder tomar una decisión consensuada basada en la información, la oportunidad, y los valores -desde la técnica a la economía- que cualifican una opinión; bien, poner los pros y contras de un tema con claridad en conocimiento de los que decidan.
El debate nuclear ni se ha abierto, ni se abrirá. Por que en España, los jóvenes socialistas deseosos de protagonismo, junto con los viejos militantes de la ecología y la ecolojeta, se han aliado con las amas de casa metidas a barulleras, las asociaciones de consumidores malinformados y los nostálgicos de las cavernas, para concluir a priori que la energía nuclear es mala. Malísima.
En cambio, el sol y el aire son muy buenos, baratos, perpetuos, y si no pueden estar siempre disponibles, ya se arreglarán los técnicos; y si son caras, ya bajarán el precio y, entre tanto, que se las subvencione.
No conocemos la vida privada de quienes defienden las llamadas energías limpias machaconamente como la única opción: no sabemos si tienen un aerogenerador junto a su ventana, una huerta solar en su pueblo; ignoramos si van a su segunda residencia en la costa en autobús o en 4x4, si tienen piscina en su comunidad o van a las aguas públicas (o no van), si les gusta el chorizo o prefieren las verduras regadas con aguas fecales. Ni siquiera sabemos si han retirado el aire acondicionado de sus casas y oficinas y se calientan con briquetas de carbón vegetal en el invierno, cubiertos con mantas toledanas. Podría ser interesante investigar la coherencia de sus vidas con su argumentario vehemente.
La reunión de ayer se puede resumir en cuatro pinceladas: Javier García Breva, director general de Solynova Energía, defendió lo suyo, e hizo bien, que para eso le pagan. Carmen Becerril, joven experta ya en casi todo, defendió lo suyo, que es lo bien que lo hace Acciona, que se ha desprendido de sus participaciones en la caca de la vaca de lo nuclear, y hace bien, que para eso le pagan.
Joaquín Nieto, que ahora habla como Presidente de Honor de Sustainlabour, se complació en presentarse como defensor del nuevo paradigma desconocido del desarrollo sostenible, creador de empleo sano y limpio. Su voz tronante convierte cualquier argumento en irrefutable.
Carlos Mulas-Granados, joven economista director general de la Fundación ideas para el Progreso, defendió la capacidad de esa tierna agrupación de intelectuales para predecir el futuro a cuarenta años vista, y, por tanto, saltándose historia y lógica, vender la moto de que en el 2050, además de todos calvos -Jiménez Beltrán, el moderador, seguro que sí, pues ya lo está-, tendremos un mundo alimentado energéticamente con energías alternativas al carbón, gas, petróleo y nuclear.
Dejo para el final a Pedro Rivero, presidente de Unesa y a Enrique Jiménez Larrea. El primero estuvo serio, digno, claro. Es catedrático de economía financiera en la UPM y defendió la necesidad de mantener todas las fuentes de energía, pues, al menos de momento, no podíamos prescindir de la nuclear.
Jiménez Larrea no estuvo en su mejor día y se perdió por los cerros de Ubeda y los de su propia incongruencia. Se intuía que quería defender igualmente que, al menos en el período de transición, la energía nuclear era imprescindible y que, además, las energías alternativas no estaban ni tan maduras ni eran tan perfectas como se decía.
Los ponentes se alargaron mucho y no hubo tiempo para muchas preguntas, que fueron monopolizadas por los que no tienen nada que decir. El ama de casa de turno afirmó tajante que "Garoña se cierra". Pero su frase mayestática podía haber sido repetida por unos cuantos de los eruditos que se sentaban en la mesa.
Somos un país de imbéciles. Somos pobres y nos comportamos como nuevos ricos. Somos ignorantes y dogmatizamos y apologizamos sobre lo que desconocemos.
Estamos en crisis grave, con millones de parados, una dependencia energética escalofriante, y queremos cerrar las centrales nucleares que tenemos, a despecho de lo que opinan los técnicos, la Comisión de Seguridad Nuclear, el CSIC, el Instituto de Ingeniería de España, el gobierno de Obama, los países más avanzados del mundo, porque algunas amas de casa (?) y ciertos ecolojetas intuitivos han convencido hace tiempo al actual jefe del ejecutivo que la energía nuclear es mala, que no sabemos qué hacer con los residuos radioactivos y que el riesgo de una explosión nuclear en real e incontrolable.
Lo sentimos por el Foro Nuclear, pero el asunto de la prórroga de Garoña tiene mala pinta. En las cavernas de la Moncloa han hecho una simulación respecto al futuro, y ha salido que las próximas elecciones -que se celebrarán dentro, más o menos un año- tienen más opciones de no perderse si Zapatero mantiene su palabra de cerrar las nucleares al terminar su vida útil.
Término confuso ese de la vida útil, que podría ser explicado a las amas de casa (1) como la eutanasia forzada a los sesenta años. Ya han vivido bastante esos ancianos.
(1) ama de casa en este Comentario es un ser imaginario que carece de estudios salvo los elementales, pero tiene mucho tiempo libre, porque sus hijos se han emancipado y andan por el mundo con destino desconocido. Generalmente del sexo o género femenino, tiene altas probabilidades de encontrarse en estado de separada o divorciada. Otros detalles pertenecen a la intimidad de su vida más bien aburrida hasta que descubrieron su vocación política.
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