Sobre el despilfarro de energías
Aunque una cosa es oir la canción y otra entonarla bien, todos tarareamos más o menos el estribillo ese de que hay que ahorrar energía. Porque es cara, porque contamina, porque no hay bastante o porque hay formas de producirla que solo las queremos en países menos desarrollados.
Sea cual fuere nuestra opinión acerca de lo que debería hacerse a nivel global para solucionar el problema de la escasez o de la carestía de los inventos que, en esencia, nos iluminan las noches de insomnio cuando tenemos el cuerpo jota y nos permiten obviar el uso del transporte público, vamos a dedicar este comentario a algunas de las energías que despilfarramos y cuyo productor es nuestro cuerpo.
Los dos despilfarros mayores se producen entre los que tienen más de sesenta años y los que tienen menos de treinta. Los primeros, porque el mercado del trabajo ha decidido que ya no le sirven, y los segundos, porque no tienen claro para lo qué sirven, ya que nadie se ha preocupado de indicárselo.
Son millones las horas perdidas cada día, con la que todos estos ciudadanos contribuyen al calentamiento global, sin que conste beneficio alguno para nadie.
Paseos sin rumbo por las calles, sentadas en los bancos de los jardines públicos contando musarañas, largas partidas de dominó o a las cartas en bares y centros de mayores y no tanto, esculturismo forzado, sin otros objetivos que dejar pasar el tiempo, en tapias, muretes y bordillos de acera, torpes ejercicios manuales ante las tragaperras, inútil confección y entrega de currícula a cientos sin resultado por carecer de padrinos, ensuciamiento estúpido de paredes, estropicios de mobiliario urbano, ingestas de alcohol ayunas de fundamento e inhalaciones de humos con riesgos para la salud, etc.
¿No podemos hacer nada para aprovechar toda esa energía humana, de seres inteligentes y capaces -en su inmensa mayoría, al menos, o así cabe suponerlo- de realizar algo productivo, sea lo que sea, útil para mejorar el bienestar de la sociedad, que, además, les ayude a ellos a sentirse mejor, supongan menos coste a las arcas públicas y, si no tienen otros ingresos, les proporcionen algunos?
Si no sabemos qué hacer con el tiempo de que disponemos, que es nuestra herramienta, no merece la pena preocuparse por resolver otros problemas. La energía se nos va en fuegos de artificio.
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