Sobre las distintas formas de amor no relacionadas con el sexo
Encontrarnos en estas fechas "entrañables", -como se nos repite machaconamente- nos ha proporcionado material para una pretensión bastante ambiciosa, que no nos consta haya sido glosada antes: explorar -literariamente- las distintas formas de amor que marcan la existencia del ser humano que no estén relacionadas con el sexo, y tratar de encontrar su explicación sociológica.
No pretendemos exhaustividad, pero no excluímos un cierto rigor metodológico. La condición que nos imponemos nos evita realizar ninguna puntualización más acerca de cualesquiera situaciones en las que el sexo interfiera con los grupos de personas, animales o cosas que enumeramos seguidamente, sin necesidad de hacer continuamente precisiones de lo que queda excluído.
Digamos, para empezar, que los sujetos u objetos de amor cambian bastante a lo largo de la vida, pudiendo decirse que, salvo casos aberrantes, el único elemento que permanece estable es el propio sujeto. Por eso, sin duda, casi todos las leyes, naturales, artificiales, como divinas, se refieren a "amar al prójimo como a uno mismo", sabiendo que es absolutamente imposible llegar a ese nivel con un ser humano.
Son muchos, y en número creciente, sin embargo, los humanos que llegan a amar aparentemente más que a sí mismos a algunos animales, en especial, a los gatos y perros con los que conviven y con los que alcanzan un grado de compenetración que jamás hubieran alcanzado con un congénere. En todo caso, los aman con bastante mayor intensidad que al resto (o casi) de sus similares, genéticamente hablando.
No hay más que ver a estos esforzados dueños (en realidad, convertidos en colegas) de animales a los que conceden una inteligencia sobrenatural (por lo que cuentan de ellos), recogiéndoles la mierda (mejor este acto, desde luego, que dejarla abandonada en los alcorques, parques de juego infantiles y aceras de tránsito peatonal obligado), llevándolos al veterinario regulamente o a la peluquería especializada en sacarles el dinero, o, incluso, comprándoles delicatessen en los hipermercados que también expenden algunos productos para humanos con elevado poder adquisitivo, fruslerías adecuadas para el disfrute gustativo al tiempo que controladoras del tránsito intestinal, tanto de bípedos como de cuadrúpedos.
Si el amor a algunos animales alcanza cotas insuperables para el amor humano que son capaces de desarrollar esos amigos de los primeros, no debemos dejar de referirnos a los arrebatos de amor que surgen en nuestra especie (nos referimos a la humana) en momentos muy especiales, por algunos objetos materiales igualmente muy singulares.
En este capítulo, por ejemplo, se localiza el deseo de posesión -no sexual, como tenemos apuntado, y, en este caso, por la propia naturaleza del objeto amado- de coches, artilugios mecánicos, vestidos, joyas, etc., que despiertan una inclinación hacia aquellos que se venera, que al sujeto paciente le resulta, si dispone del dinero suficiente, imposible de contención. Como en el caso de la pasión carnal, y curiosamente, no son pocas las ocasiones en que, una vez satisfecho el impulso, la cosa, perdida por ella el interés, es olvidada, abandonada o revendida con fuertes pérdidas.
Pero faltaríamos a la verdad si no indicáramos que, en muy específicas ocasiones y por determinados sujetos, es posible amar tanto a una persona como para desear convertirse en un objeto inanimado (por ejemplo, un Tampax, como fue confesado por una autoridad monárquica británica), o sentir por ella algo tan misterioso como para identificarlo como "amiguito del alma" (relación que presumía otras, menos confesables, entre, según quedó grabado para la posteridad judicial, el presidente valenciano Camps y un tal Alvaro Pérez).
Incluso puede llegar a obnuvilarles el pensamiento, como cuando la hoy ministra Leire Pajín invitó a sus rendidos amiradores a que "estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE".
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