Sobre las verdades jurídicas, las periodísticas, las objetivas y las nuestras
A veces, los tribunales tienen ocasión de recordar al ciudadano lego en las lides que se libran en los campos del derecho, algo que los profesionales de esta rama con la que nos disciplinamos los seres humanos sabemos muy bien, e incluso sufrimos periódicamente en nuestras carnes y en las de nuestros clientes: una cosa es la verdad jurídica y otra, la verdad objetiva.
Ahora, gracias a una resolución de la Audiencia Provincial que ha entrado a conocer las informaciones publicadas por el diario El Mundo en relación con los atentados del Once-M, sabemos que existe la verdad periodística, y que merece tanto respeto como las demás.
Los técnicos, en especial los que trabajamos para mejorar el bienestar de nuestros semejantes, sabemos también que, a falta de una verdad matemática o física (obtenida, a partir de unos cuantos postulados o axiomas, hilvanando teroremas para, en muchos casos, confirmar constataciones empíricas), nuestras decisiones, ante la imposibilidad de predecir exactamente los comportamientos de la naturaleza, las protegemos con coeficientes de seguridad, factores por los que añadimos un plus de garantía a lo que deducimos de los cálculos mondos y lirondos.
Un poeta de esos que aciertan a resumir con pocas palabras lo que casi todos intuímos, expresó bien de lo que trata el saber humano: Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del crital con que se mira. (Ramón de Campoamor). Puso, antes de la atinada frase, un adjetivo esclarecedor que define el medio en el que nos movemos: "En este mundo traidor".
No hay razón para rasgarse las vestiduras ante esta manifestación de uno de los órganos creadores de la llamada jurisprudencia menor, aunque resulta conveniente meditar sobre las consecuencias de la actuación, sin otro control que el que puedan ejercer ellos mismos sobre sus investigaciones y consecuencias, del llamado Cuarto Poder, que es la prensa y, más en particular, la prensa ideológica.
Nunca estaremos seguros de haber alcanzado la verdad objetiva, pero tampoco estaremos jamás convencidos de que nos hayan contado toda la verdad sobre lo que saben quienes han influido sobre la realidad y quienes, investigándola, han enfocado sus actuaciones a sacar determinadas consecuencias y no otras.
Gracias a esta explotación permanente de los hechos, considerándolos como un terreno en el que cultivar las hipótesis que sirvan a ciertos intereses, los ciudadanos normales podemos estar seguros, no ya de que nunca sabremos la verdad objetiva de los hechos controvertidos, sino de que lo que se nos cuente después de una investigación periodística, siempre que haya sido realizada con apariencia de profesionalidad, es una verdad asumible, tan buena como cualquier otra. Por eso, cada una de las Españas tendrá siempre la posibilidad de cimentar su opinión sobre las verdades periodísticas que le resulten más afines, convirtíendo así, la búsqueda de la verdad en un objetivo de intoxicación mental, una barrera para alcanzar la verdad objetiva.
El Roto (Andrés Rábago, Ops) ha concentrado en una frase genial esta intranquilidad, en una de sus antológicas viñetas (EP 18.12.10): "¡No os dejéis embaucar por los que os dicen la verdad!"
Ahora, gracias a una resolución de la Audiencia Provincial que ha entrado a conocer las informaciones publicadas por el diario El Mundo en relación con los atentados del Once-M, sabemos que existe la verdad periodística, y que merece tanto respeto como las demás.
Los técnicos, en especial los que trabajamos para mejorar el bienestar de nuestros semejantes, sabemos también que, a falta de una verdad matemática o física (obtenida, a partir de unos cuantos postulados o axiomas, hilvanando teroremas para, en muchos casos, confirmar constataciones empíricas), nuestras decisiones, ante la imposibilidad de predecir exactamente los comportamientos de la naturaleza, las protegemos con coeficientes de seguridad, factores por los que añadimos un plus de garantía a lo que deducimos de los cálculos mondos y lirondos.
Un poeta de esos que aciertan a resumir con pocas palabras lo que casi todos intuímos, expresó bien de lo que trata el saber humano: Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del crital con que se mira. (Ramón de Campoamor). Puso, antes de la atinada frase, un adjetivo esclarecedor que define el medio en el que nos movemos: "En este mundo traidor".
No hay razón para rasgarse las vestiduras ante esta manifestación de uno de los órganos creadores de la llamada jurisprudencia menor, aunque resulta conveniente meditar sobre las consecuencias de la actuación, sin otro control que el que puedan ejercer ellos mismos sobre sus investigaciones y consecuencias, del llamado Cuarto Poder, que es la prensa y, más en particular, la prensa ideológica.
Nunca estaremos seguros de haber alcanzado la verdad objetiva, pero tampoco estaremos jamás convencidos de que nos hayan contado toda la verdad sobre lo que saben quienes han influido sobre la realidad y quienes, investigándola, han enfocado sus actuaciones a sacar determinadas consecuencias y no otras.
Gracias a esta explotación permanente de los hechos, considerándolos como un terreno en el que cultivar las hipótesis que sirvan a ciertos intereses, los ciudadanos normales podemos estar seguros, no ya de que nunca sabremos la verdad objetiva de los hechos controvertidos, sino de que lo que se nos cuente después de una investigación periodística, siempre que haya sido realizada con apariencia de profesionalidad, es una verdad asumible, tan buena como cualquier otra. Por eso, cada una de las Españas tendrá siempre la posibilidad de cimentar su opinión sobre las verdades periodísticas que le resulten más afines, convirtíendo así, la búsqueda de la verdad en un objetivo de intoxicación mental, una barrera para alcanzar la verdad objetiva.
El Roto (Andrés Rábago, Ops) ha concentrado en una frase genial esta intranquilidad, en una de sus antológicas viñetas (EP 18.12.10): "¡No os dejéis embaucar por los que os dicen la verdad!"
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