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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la creciente afición a gritar para ser escuchado

En la Unión Europea cada vez hay más manifestaciones, más huelgas, más gritos. Parece ser una consecuencia de la democracia y de la libertad, solo que habrá que tener cuidado en analizar los resultados.

Porque se puede interpretar, a nuestro juicio cada vez más correctamente, que el que no se conduce por el camino del exabrupto, de la protesta ruda, tiene muy pocas posibilidades de ser atendido en sus reivindicaciones, incluso de que se preste oído a sus deseos.

Una de las razones por las que la exhibición del descontento está cada vez más primada, es la difusión que se da al hecho si los desperfectos fueron más cuantiosos, el daño más pernicioso, y los improperios más altos.

La elección de la estrategia para llamar la atención sobre lo que se reivindica ha pasado a ser parte del resultado. No se cuidará con seriedad y datos la presentación de las razones por las que se protesta, sino que se confiará la fuerza de los argumentos al deterioro producido.

Más pasajeros potenciales abandonados a su suerte en los aeropuertos, estaciones de autobuses o de tren, cerrados por la huelga o el exceso de celo, con millones de euros perdidos; montañas de basura en las calles, con riesgo para la salud y atentados a la higiene; mayor desabastecimiento en los mercados, a los que no pudo llegar la mercancía, que se perdió en los caminos, arrastrando jornales y expectativas; menos niños sin escolarización, pues se impidió a los maestros acceder a las aulas; más chillidos y algarabía que impidieron oir las palabras del representante que el pueblo eligió hace unos meses; más coches de la policía ardiendo; más contenedores volcados; más mases donde menos,...

Siempre se ha dicho que el que no llora no mama; ahora habrá que indicar -para el que no lo supiera- que el que no grita, no será escuchado. Un hándicap más a la posibilidad de atender a los prudentes: aquellos que teniendo incluso más razones, valoran, -por encima de los exabruptos, los empujones, las amenazas, los desperfectos, las consecuencias de ejercer la fuerza bruta y el jaleo que provocan los que interfieren destruyendo a placer el orden y la calma-, los argumentos, señores, las consecuencias y los daños a terceros.

Porque vivir en democracia no supone, qué va, que se dispense más atención cuanto más griten.

 

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