Sobre los Sherpas, la fama y el dinero
Sherpa significa Hombre del Este, pero para los seres humanos occidentales, son los criados que ayudan a los montañistas de élite a alcanzar las altas cimas del Himalaya.
Haber sido el primer occidental en poner el pie en una cumbre de más de 8 kilómetros supuso una cierta fama para quien logró la hazaña. A Edmund Hillary le acompañó uno de esos individuos, hombrecitos de las nieves, que viven por allá, en el Nepal, en donde ha crecido geomorfóilógicamente el Himalaya.
Se conoce su nombre: Tenzig Norga. Fue nombrado incluso caballero británico, pues por aquel entonces esas siempre remotas tierras pertenecían al segundo Imperio mayor que vieron los siglos. No fue el primero en pisar el Everest porque cedió a su jefe y compañero de expedición el honor o lo que fuera de ser el primer ser humano en hollar la "mítica montaña" (se dice así, ¿no?), que lleva ese nombre en los mapas occidentales en recuerdo del topógrafo que calculó su altura y la detectó como la cumbre más alta del planeta.
Para los tibetanos, parece que no tenía por entonces aún nombre. Para qué. Hoy, los tibetanos la llaman Qomolangma Feng (madre del Universo) y los gobernantes de Nepal en 1960 pretenden que debe llamarse Sagarmatha (Cabeza del cielo). Un lío.
No hay comparación de méritos, porque los sherpas, acostumbrados genéticamente a la altura, porque viven a los 4.000 m, la mayoría superan los niveles de los 7.000 m o más sin problemas. No necesitan botellas de oxígeno y, por tanto, pueden hacer de porteadores de los equipamientos de los demás.
Desde hace algún tiempo, abrir nuevas vías de acceso a las montañas más altas del planeta, hacerlo de noche o en condiciones muy adversas, realizarlo solo o andando hacia atrás, o combinar una decena, o todas de las ascensiones más peligrosas, además de notoriedad, supone algo más interesante que el placer de ver un bonito paisaje, segregar mucha adrenalina o demostrar la fuerza de voluntad del ser humano. Para el pueblo Sherpa, se abrió una oportunidad de ingresos extraordinarios.
Subir a una alta cumbre porque sí es un deporte de riesgo, pero a nadie se le ocurriría hacerlo sin fotógrafos. Por eso, hay publicidad detrás de cada ascensión importante, con su teatro. Se mueve bastante dinero, que aportan los que se quedan abajo. Anunciantes de productos de montañismo, de refuerzo energético, de visión nocturna, de resistencia, etc. Los equipos de distintas nacionalidades compiten en ofrecer las imágenes más audaces, más brillantes a cámaras que pudieran estar portadas por Sherpas y afines.
Los Sherpas no valoran como deporte subir las montañas de su tierra; es una tontería para ellos hablar de proeza cuando la mayoría, con algo de entrenamiento, puede hacerlo. Pero la actividad del montañismo de altura como deporte ha traído consecuencias serias, pues para muchos de ellos, organizados por el gobierno de Nepal, acompañar a las expediciones de montañeros se ha convertido en medio de vida.
Son una garantía de que todo vaya bien. Gente sufrida, recia, acostumbrada a la austeridad. Conocen las montañas, saben encontrar los caminos más simples, leyéndolas. Resisten a las condiciones más duras. Es obligatorio, llevar al menos un sherpa con cada expedición, desde hace años. Se les paga de acuerdo a baremos relativamente fijos y se les debe proveer de equipaje, alimentación, enseres. Son los acompañantes perfectos para los héroes occidentales de la escalada.
Y ahora, vamos, a la histeria reciente. Es increíble que los Sherpas de la expedición de la coreana Oh´s (el espíritu de superación occidental también ha prendido en el mundo oriental cualificado) que se cruzaron con la expedición del español Oiarzabal después de alcanzar el Anapurna, no aceptaran colaborar.
Se les ofrecieron incluso 6.000 dólares, que es muchísimo para ellos, que suben a la montaña más alta por 1.500 a 3.000 dólares. Además, en este caso, solo tenían que volver a subir a la altura de 7.500 metros, más o menos, en donde Josu Calafat había sufrido un edema cerebral, y encontrarlo.
Buscar un montañero en el Himalaya y encontrar un aguja en un pajar deben ser equivalentes. Pero para un Sherpa es fácil; esos enanos son resistentes, han nacido y crecido allí.
Qué importaba que estuvieran cansados, agotados. Qué importaría que sus compañeros hubieran dejado a Calafat solo, preocupándose, por supuesto, de pedir ayuda por sus teléfonos móviles.
Estamos comparando a quienes lo hacen por dinero o por prestigio. A quienes se ganan la vida con un riesgo o hacen publicidad. A siervos de la gleba ascensional con deportistas de la élite mundial. A los que dejan sus nombres estampados en la Historia cpm los que no tienen más historia que conseguir algo más de libertad para vivir un pelín mejor.
Nos hemos enterado también que Josu Calafat se había pagado de su propio bolsillo la participación en la escalada, porque no tenía patrocinador. Eso sí que es un hándicap, Josu.
Hemos puestos nuestra lupa particular sobre la historia y hemos visto, de pronto, a los Sherpas Sonam y Dawa, volviendo a subir en busca de Calafat. Desgraciadamente, no lo encontraron aquella noche, y no es fácil adivinar lo que pensaban mientras ascendían de nuevo.
A la mañana siguiente, se pudo hallar el cuerpo del deportista, desgraciadamente fallecido. Un helicóptero bajó a algunos de sus compis, desolados, rotos, al campo base, en donde hubo quien tuvo palabras duras contra la falta de solidaridad de los Sherpas de Oh´s, que no habían querido retornar a subir ni por todo el oro del mundo (su equivalente, queremos decir, para ellos).
El helicóptero recogió también el cuerpo del infortunado escalador. Pero los Sherpas Sonam y Dawa rehusaron bajar de ese modo. No querían dejar abandonados sus equipajes de montaña. No deseaban perder su medio de vida. Porque, quizá, a la semana, incluso al día siguiente, tendrían que volver a acompañar a algunos deportistas de élite, para que consumaran su hazaña.
Y, Vd, lector, ¿qué se considera, Sherpa o deportista de élite?. Conteste después de la publicidad, por favor.
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