Sobre los líderes y lo que representan
Que los líderes, y en especial, los máximos mandatarios políticos, aunque se trate del lugar más miserable y apartado de la Tierra, tienen un ego que se lo pisan, no merece dudas.
Verse en el pedestal de la admiración, el respeto, e incluso, de la moderada crítica, sentirse aupado en el por todos sus conciudadanos, tiene que ser muy estimulante. Te levantas de la cama, aún con la resaca de haber tenido cualquier pesadilla, te miras en el espejo, y pronuncias, para animarte, las palabras mágicas: "¡A mandar!" y, allá te vas, hacia los laureles de tu gloria, entre crisis, paro, descarrilamientos, inauguraciones, atentados, discursos, corruptos, entregados, reformas, éxitos,...
Se han descrito diversos síndromes vinculados a la sensación de poder y soledad combinados que hacen pasto de los líderes políticos. En España, se habla del "síndrome de la Moncloa", pretendiendo resumir de esa forma la actitud de menosprecio a cualquier opinión negativa que venga de quienes no son los fieles del Presidente.
El afectado por el síndrome de la Moncloa, cree que todo lo hace bien y que las críticas están infundadas o malintencionadas, y, al escuchar solo a los suyos, se cuece en la salsa de su autocomplacencia.
El problema no es nuevo, y por eso, ya Tertuliano registraba que los generales romanos, cuando eran recibidos en victoria por el pueblo enardecido, llevaban a su lado un esclavo que repetía: "Respice post te! Hominem te memento!" (¡Mira atrás!¡Recuerda que eres solo un hombre!).
No vendría nada mal que se recuperase esta sabia manera de bajar los humos a los líderes, recordándoles que, si representan a sus pueblos, no es por lo mucho que valen, sino porque ellos así lo han querido, y que la gloria que les han otorgado, por el mismo camino se la pueden quitar. No sabemos si en Francia existe costumbre de referirse al síndrome del Elíseo, pero el presidente Sarkozy podría ser diagnosticado del mismo en grado sumo.
Un ejemplo: El 31 de marzo de 2010, después del encuentro con el presidente norteamericano Obama, en Washington, afirmó que "Si hay alguna diferencia, la resolveremos hablando entre nosotros. Confío en Obama, y hablo en nombre de Merkel, de Brown y de otros líderes europeos".
A algunos comentaristas españoles les sentó mal que omitiera a Zapatero, actual presidente del Consejo Europeo. Pero a nosotros lo que nos pareció improcedente es que hablara en nombre de cualesquiera otros mandatarios. Debería haber, en todo caso, matizado que hablaba en representación de una exigüa mayoría de franceses. Y eso, aunque lo que estaba diciendo no eran, por supuesto, tonterías.
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