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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el parado

Las crisis aumentan el número de parados. Los parados son personas que no tienen trabajo. Quien no trabaja, no tiene salario y los que no lo cobran, tienen que arreglárselas con medidas excepcionales hasta que se reintegran a ese mundo de normalidad que es el laboral.

Los subsidios sociales ayudan a algunos parados, pero no a todos y a los que ayudan, lo es por un período corto, cuyo previsible final inmediato se convierte en un motivo de angustia, de frustración; y también de marginación. Porque el parado no despierta solidaridad, sino rechazo; por eso, él mismo se oculta, disimula, se esconde, como si asumiera que su situación es una lacra del que él ha sido el causante.

Interesaría hablar más del parado, que del paro, pero sucede al revés, globalizando los datos, con lo cual se pierde perspectiva. Habría que poner la lupa en el parado, en las razones específicas por las que se encuentra en paro y en las soluciones concretas para que él, y no la economía global, puedan salir del paro, porque esa sería la forma de que todos nos sintiéramos involucrados en el problema, y no lo viéramos como un tema sobre el que no tenemos capacidad de actuación alguna.

El índice del paro es un elemento consecuencia de la economía del mercado y de la ley de la oferta y de la demanda aplicada al trabajo, pero el que tú o yo o nosotros estemos parados depende de circunstancias y efectos muy concretos. El índice del paro se corrige y modifica de acuerdo con los parámetros de la buena planificación gubernamental, la cohesión económico-social y las grandes cifras inyectan el tranquilizante de la cuantía monetaria dedicada a las prestaciones asistenciales, pero el que tú o yo o nosotros estemos en el paro y podamos salir de él no depende de medidas a nuestro alcance, o lo es en muy escasa medida, dígasenos lo que se diga. Tienen que ayudarnos.

La cantidad de parados es una cifra que se puede o no relacionar con la población activa o inactiva, con el PIB o con los efectos de una crisis global. Se puede discutir la influencia sobre ese número de lo barato o caro que resulte el despido para las empresas, aunque convendría recordar a todo el mundo que los costes laborales no superan, en media, el 20 o 25% de los costes totales -incluso en las empresas de servicios raras veces supera el 30%-, y que es muy superior el coste energético o el de las materias primas.

Pero el que tú, yo, o nosotros pasemos a engrosar las cifras de parados depende de la capacidad de diversificación y adaptación de la empresa en la que trabajamos, del estímulo fiscal para las pymes, de la información disponible, de nuestra motivación, de si somos funcionarios o becarios, de si nos han dicho que había necesidad de profesionales para la medicina o para la ingeniería de telecomunicaciones, de si...

El paro no tiene corazón, pero el parado tiene, además del corazón, cara y ojos. Y cerebro, y una familia casi seguro que mantener, y unas ilusiones por cumplir, y algún objetivo más que andar de casa hasta la oficina del paro, o cobrar el subsidio, o desesperarse porque nadie le llama, mientras los ahorros se van o quienes le están ayudando a sostenerse le preguntan, con esa cara de pena, si ha aparecido algo, por fin.

El parado es un no-culpable tratado como culpable. Es la víctima, no el victimario. Es inocente de la crisis, del despido legal o la reconversión fabril, del beneficio o pérdida de las empresas del sector, del dinero que se ha embolsado su empleador en los años de bonanza y lo poco que ha reinvertido, de la incapacidad de los Gobiernos para saber qué medidas de reactivación tomar, o de lo exigüo que resulte, y corto, el subsidio del paro.

El parado no es culpable, dedse luego, de la evasión fiscal de capitales a regiones en donde no existe o apenas obligación de tributar, y que no se ha calculado en España, pero que, a partir de la que se estima para otros países (en USA, casi 35.000 millones de euros anuales; en el Reino Unido, 11.000 millones) puede ser tranquilamente superior a los 5.000 millones de euros/año.

Tampoco es culpable del tiempo que le hayan hecho estudiar o hacer prácticas para conseguir su actual cualificación, ni de haber caído en la trampa de la publicidad que le convenció de que podía comprarse una casa, o un coche, o una lavadora, presentando las dos últimas nóminas (o ninguna). No es culpable de que se encuentre simultáneamente con otros cuatro millones de trabajadores -o más- deambulando por las calles de la desesperación, y solamente en España.

Por supuesto que tampoco es culpable el parado de que los sindicatos presten atención a los que tienen trabajo y muy poca a los que lo han perdida. Y mucho menos lo es de que se hable tanto del paro, como su fuera un bloque homogéneo, y no de los parados, de cada parado. Porque el parado es un elemento más de canje en esta economía del sálvese el que pueda.

Porque el parado que tiene padrinos, encuentra pronto un trabajo, y desde ese momento se acabó su penuria y su angustia. Pero la mayor parte, la inmensa mayoría de los parados, son solo un número que sustituya a entes anónimos, un palo más en una cifra que crece,  animada por la insolidaridad y la incompetencia, y que se llama, para falsa tranquilidad de los que tienen empleo, "paro".

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