Sobre el futuro de Willies y Wallies
Uno de los presuntos piratas somalíes apresados en la brillante actuación militar española en aguas del Indico, se llama Cabdiweli Cabdullahi, alias "Abdu Willy".
Es el compi de un tal Raageesey (’Machote’), el otro sospechoso bucanero que abandonaba en una barquita, cargado con algunos dólares y varios teléfonos móviles, el pesquero español que había sido realmente apresado, y que llevaba el terrorífico nombre de "Alakrana".
En el atunero quedaba el resto de sus verosímiles compinches y empezaban a pasar un personal calvario 36 marineros que, hasta entonces, podrían haberse creído que el asunto se arreglaría pagando más o menos 1 millón de euros de rescate por el barco.
Como, después de completas pruebas oseométricas realizadas a Willy (el niño), se ha determinado que su edad, está comprendida entre 17 y 19 años, la Audiencia Nacional, se ha declarado incompetente para juzgarlo, por ser posiblemente menor de edad. La Fiscalía de Menores ordenará su puesta en libertad, en aplicación de la Ley de defensa del Menor.
Willy se unirá así, de tal hacerse, al conjunto de Wallies que pueblan ya nuestra geografía.
Estos Wallies (nombre que nos permitimos tomar de aquellas series de dibujos atiborrados de figuras en los que se pedía "Busca a Wally") son más fáciles de descubrir. No se ocultan, en realidad: los ocultamos los demás.
Son seres humanos fundamentalmente de raza negra, que andan a la carrera. No tienen domicilio conocido, y, para los más aclimatados a nuestro modo de vida, su oficio aparente es la venta. Venden falsificaciones, principalmente, de dvds, pañoletas y bolsos.
Han cambiado de selva. Aunque, en realidad, en el Africa profunda de donde provienen estos Wallies, hay más sequía que foresta. Han recalado en nuestra selva, supervivientes de un trayecto de centenares de kilómetros, en el que combinaron la marcha a pie, en patera y vehículo terreste. Tal vez han superado alambradas, carreras de obstáculos, golpes altos y bajos.
Tienen experiencia, si bien no la harán figurar en su currículo. Son jóvenes, hablan idiomas (chapurrean), tienen gran inteligencia emocional. Después de una temporada en un centro de acogida e indentificación, si no pueden ser devueltos a su país -¿lo tienen?-, han sido liberados por el nuestro. Suponemos que les han provisto de un bocata -¿jamón de york, o pollo?-, un par de euros y un papel sellado que atestiguará, a quien le interese, que carecen de identidad legal, pero no son ilegales propiamente hablando.
Por ahí andan. Con sus hatillos llenos de mentirijillas que no engañan a nadie. Jugando a policías y ladrones, cuando aparece la pasma. Por supuesto que correr no es lo único que saben hacer. Pero, por el momento, la única preocupación es sobrevivir. Algunos defienden un par de tramos de acera en donde animan con gestos a los conductores a aparcar su coche; se les puede dar una moneda para erradicar el temor a que, en otro caso, te rayen la chapa.
La leyenda cuenta que un par de ellos han sido fichados por el Real Madrid, o por alguna constructora, o trabajan de porteros de club de alterne. Aunque la mayoría viven de rebuscar en la mierda de los demás.
Hay mujeres, pero no se las ve en la calle. Puede que trabajen en un club de alterne o se hayan hecho aún más trasparentes.
¿Dónde está su Wally?. En las noches, por algunos sitios de las ciudades, un grupo de fantasmas enciende hogueras para calentarse del frío o una lata de sardinas. Cuentan relatos de tierras prometidas en donde corren ríos de leche y miel, cantan al ritmo de tambores y acechan la llegada del alba.
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