Sobre racismo e integración: Matar en Avilés
Matar es el nombre de un senegalés que llegó hace 4 años a España, en un cayuco. Hoy tiene una tienda de artesanía en Avilés (Asturias), está esperando un hijo de una española, habla casi perfectamente español, conoce y es apreciado por un montón de gente, y, sobre todo, es feliz y hace feliz a los que le rodean; su suegra dice de él que "es un encanto" y le prepara paellas, que es un plato "parecido a la cocina de allá".
Hemos descubierto a Matar gracias al programa de TVE1 "Destino España" (Extranjeros en España), que se emitió el 13 de septiembre de 2010. Es un joven alto, bien parecido, inquieto, jovial, inteligente. Explicó algunas cosas de la villa avilesina como si hubiera nacido allí, paseando su cuerpo de atleta vestido de colorines ("los españoles tienen vergüenza de vestir así") y saludando a diestro y siniestro.
Matar es un ejemplo de integración en corto plazo, pero lo es también de muchas otras cosas. Mientras algunos prefieren imaginar a los negros de Africa cubiertos con taparrabos y persiguiendo leones con una lanza por la pampa o se los encuentran simplemente como un obstáculo molesto en la acera con una alfombra de dvds pirateados, hay otras personas que se esfuerzan en ayudar a quienes han tomado la decisión de arriesgar su vida para venir a esta tierra prometida para ellos.
Aunque la cuestión principal no es qué hacer con los inmigrantes, vengan o no en cayucos, sean senegaleses, gitanos rumanos o ecuatorianos. El asunto es que, como demostró Matar y lo hacen miles de extranjeros ante nuestras narices, y lo han conseguido también miles de españoles por el mundo (hace siglos y hoy mismo), no hay situación de crisis suficientemente grave, no hay dificultades que sean insalvables, no hay situación de partida por desgraciada que sea que no pueda superarse, no hay obstáculo que pueda vencer la voluntad de triunfar de un hombre.
Matar, hace cuatro años, no tenía absolutamente nada. Llegó a una tierra en donde sus habitantes hablan de la crisis, del agotamiento del modelo, de paro y desilusión, y empezó una nueva vida en cuatro años con los mimbres del cesto que otros hubieran arrojado a la basura.
Senegal es uno de los países más atrasados de la Tierra. No es exactamente un país pobre: tiene recursos pesqueros, atractivo turístico, ingentes reservas de mineral de hierro (cuya explotación estaba sirviendo a Arcelor-Mittal para instalar allí una de las mayores siderúgicas del mundo, operación suspendida hace un año "debido a la crisis mundial").
Como otros países de Africa, Asia (Europa y América), sus mejores gentes solo necesitan que les devuelvan las cañas de pescar que les quitaron, y algún compansivo les enseñe a manejar los carretes y le presten algo de cebo que enganchar en el anzuelo de su imaginación.
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