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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el camino desde Populorum Progressio a Caritas in veritate

El Papa Benedicto XVI ha querido celebrar el cuadragésimo aniversario de la promulgación de la encíclica Populorum Progressio de uno de sus antecesores, Pablo VI, con una nueva carta a los fieles católicos: Caritas in veritate. Fue divulgada o promulgada en julio de 2009, por lo que se retrasó dos años respecto al objetivo de la conmemoración (la Populorum se conoció el 27 de marzo de 1967).

Bastante ha llovido -y dejado de llover, según los sitios en que se mire- desde entonces, pero la Humanidad sigue sin darse mucha cuenta de las razones teleológicas de tanto cambio climatólogico. 

El diagnóstico papal de la situación mundial, en cuanto a las preocupaciones básicas de la sensibilidad colectiva, no ha mejorado. «Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos» (sic). A nivel global, las naciones más ricas no ayudan como debieran a las más pobres, sino que las siguen explotando. A nivel particular, los que tienen más, no es ya que no lo compartan, sino que continúan acumulando, a costa del esfuerzo o de los recursos de los que nada tienen o nada creen tener.

Por eso: "El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es «la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos".

Como era de esperar en persona bien informada, ni las cuestiones energéticas ni los avances tecnológicos le son ajenos. Hay que ahorrar energía e investigar alternativas (se supone que al consumo de materias primas fósiles) . La Encíclica desconfía prudentemente de la técnica. "Pablo VI ya puso en guardia sobre la ideología tecnocrática, hoy particularmente arraigada, consciente del gran riesgo de confiar todo el proceso del desarrollo sólo a la técnica, porque de este modo quedaría sin orientación. En sí misma considerada, la técnica es ambivalente." (sic)

El Sumo Pontífice está a favor del orden y, por eso, echa de menos un "claro liderazgo mundial", alguien que mande con mano firme en las cosas terrenales. Esa "verdadera Autoridad política mundial" ha de gozar "de poder efectivo".

El deseo de un nuevo orden mundial se encardina en la visión papal con la necesidad de un cambio de posiciones éticas: "Nos preocupa justamente la complejidad y gravedad de la situación económica actual, pero hemos de asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor." (sic)

La curia romana y los exégetas católicos se han apresurado a afirmar que la Encíclica no debe ser analizada por trozos, ni olvidar su carácter de carta pastoral, acorde con el mensaje evangélico.

Pero como está dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, conviene indicar que, una vez leída, se desprende que el análisis y diagnóstico del Papa con  aceptables (y poco originales, aunque se agradece que desde su potestad se comente lo que está pasando). Es imposible no estar de acuerdo con frases como esta: "Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres." (sic)

El punto débil, que no es dogmático, sino pragmático, es que la Iglesia que preside sigue jugando con las cartas marcadas del tópico y de la doctrina meliflua al presentar las posibles soluciones.

Porque, ¿no suena a arrebato misticista el que "el desarrollo tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración"?. Y ¿cuántas veces se ha escuchado desde el púlpito que hay que actuar llenos de "amor y perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz"?

No abogamos por la llamada a la guerra santa contra los que explotan -eso ya lo propuso Lenin y quedó demostrado su nulo éxito-, solo que, puestos a escribir con la pluma dorada de los ángeles, se hubiera agradecido la incorporación de algunos pasajes relativos al castigo con el fuego eterno de los avaros, los mentirosos, los farsantes, los explotadores, los acumuladores de riqueza improductiva.

Y es que el infierno venía al pelo para que el personal prestara más atención a esos lindos mensajes. Habría que echarle más leña a ese fuego, y no vendría mal alguna demostración de que hay Alguien más ahí.

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