Sobre los agujeros negros
Agujeros negros, enanas blancas, estrellas de neutrones y música celestial relacionan las complejas teorías de la física cuántica y de la astrofísica con el subconsciente colectivo. La mayoría, careciendo de conocimientos para analizar las conclusiones con las que las mentes más fértiles de la humanidad tratan de explicar lo que está pasando aquí, han renunciado a entender lo que se esconde en ellas. "Demasiado para mí", concluyen.
Algunos términos de la teoría de la relatividad y sus derivaciones, sin embargo, atraen la atención y se utilizan como moneda común en las conversaciones triviales. Una gran explosión como origen del Universo y un final oscuro para volver a empezar, encaja bien con la imaginación más modesta. No es necesario preguntarse porqué, cuanto más intenso es el campo gravitatorio, mayor es la pérdida de energía de la luz emitida por una estrella.
No hay que saber que, cuando se está produciendo el colapso de una estrella de neutrones (la última fase de la extinción de las enanas blancas), la luz de la estrella, perdida toda su energía, ya no puede escapar. Su campo gravitatorio sería entonces tan intenso que cualquier objeto que se aproximara al mismo, sería atrapado, para hacer compañía a la luz, apareciendo su color como negro. Porque esa hormiga habría caído en un agujero negro, atrapada por la hormiga león que, situada en el centro, se lo come todo.
En la carrera entre la ciencia por conocer los inmensos misterios que conforman la naturaleza exterior al hombre, por un lado, y la naturaleza, por otro, como fuerza indudablemente superior, por escaparse de esa intención, algunos científicos se esfuerzan en descubrir algunos agujeros negros del pensamiento filosófico. Es un consuelo efímero, porque cuanto más se conoce, más misterio se desvela, por lo que nos cuentan.
Podría parecer aconsejable rendirse ante la evidencia de que lo que nos rodea es inalcanzable para el ser humano, al menos, en toda su magnitud. Esto nos llevaría de la mano a admitir que existe alguien superior a nosotros, para el que constituímos uno más de sus objetos de creación o imaginación. Tal vez, incluso, un objeto predilecto. Puede, además, que tan queridos que, si conseguimos superar ciertas pruebas, seguir algunos mandatos, purificarnos de ciertas maneras, consigamos reunirnos con El para toda la eternidad, con sus idas y venidas, sus implosiones e implosiones.
En esta fecha, domingo de Pascua, en la que la religión más elaborada venera la resurrección del hijo de Dios hecho hombre, y, además, -para más INRI- muerto por salvar a los hombres, cabe preguntarse muchas cosas. Una de ellas podría ser, desde luego, la distancia a la que nuestro sistema astral se encuentra de su propio agujero negro. Cuando observamos la cantidad de guerras, asesinatos, atentados, violaciones, avasallamientos, desprecios, etc que se multiplican en nuestro entorno, las evidencias parecen indicar que vamos camino de la luz, sí, pero para meternos en el agujero negro.
Si la realidad que nos ha tocado vivir es solo una de las infinitas opciones de reparto de las cartas en el juego del azar, y en la incomensurable eternidad tenemos opciones de volver a ser, ¿mola una cita para una próxima reencarnación?.
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