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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la grave enfermedad del periodismo profesional

Los grupos de empresas que se dedican a la información escrita pierden dinero. Tratan de captar clientes, pero el público les ha dado la espalda.

Da lo mismo que ofrezcan rancias peliculas embutidas ahora en dvds, o que regalen tapas para coleccionar descripciones someras de lugares con encanto. Igual da que dediquen veinte páginas a la recogida de la uva que a la cocina mediterránea. No venden periódicos. No tantos como necesitan para subsistir.

Los culpables de esta caída en números rojos de la prensa escrita, son, por supuesto, varios.

Una razón importante es la competencia que sufre la información en papel por la proporcionada por internet. Esta es gratis, se produce y obtiene en tiempo real y resulta plural -esto es, sin otro sesgo idológico que el del propio internauta, que puede seleccionar a su antojo las fuentes para ilustrarse-.

Otra es, ay, el escaso valor que para nuestra sociedad tiene el estar informado de la mayor parte de los temas. ¿Para qué? No hay discusión prácticamente sobre ninguno.

Las conversaciones "de la calle" se componen de un poco de fútbol, algo de crítica política frontal, unas nociones sobre no se sabe bien qué guerras y lo mal que va todo. Apariencia de intelectualidad, puede que en algunos casos, aunque cuidado con aparecer de "cultureta", porque el/la portavoz de preocupaciones más profundas será inmediatamente ridiculizado.

Lo importante para el personal es el disfrute con los sentidos más primarios. No se lee, se ve el cine enlatado y sin posoterior análisis -interesa solo el relato, la historia, no el mensaje-, se prefieren los espectáculos colectivos en los que se actúa de forma pasiva.

El principal culpable de lo que está pasando es el periodista, sin embargo.

Víctima, por un lado, de la ideología del periódico para el que trabaja, dejó tiempo ha de ser independiente. Opina, no por sí, sino para que no le echen de su puesto. No busca la veracidad, sino el sesgo. Teme la objetividad y aún más la crítica, porque cuenta más el plácet del que manda. ´

Por eso, los periódicos -también la radio, y más, incluso, pero se puede cambiar gratis de dial- se han convertido en monocromos.

Si se quiere estar objetivamente informado hay que comprar varios, quizá toda la prensa del día... y quién tiene tiempo, dinero y ganas para ese esfuerzo. Sólo algunos representantes del pueblo y ciertos capitostes de empresa, que, desde sus despachos encerados, tomando café a primera hora de la mañana, reciben los recortes que se les ha preparado.

Muchos lectores de a pie, pagaríamos algo más, el doble más, incluso, por un periódico neutral, que proporcionase información y opinión plural, completa y no sesgada.

Un periódico de periodistas cuya intención principal fuera la de trasladar información, Desde el conocimiento actualizado de lo que pasa, con corrección gramatical (sin pretensiones literarias), y con formación académica. Utilizando la mayor pluralidad de fuentes y aportando, junto con las noticias, si es el caso, sus interpretaciones, sin condicionar, ocultando claves, la opinión del lector inteligente.

Puede que, en sus orígenes, alguno de los periódicos actuales hubiera tenido esa intención. Hoy se ha perdido. Huelen a ideología, sesgan, eliminan, deforman o alaban desmesuradamente.

A los lectores de diarios no nos interesa tanto fútbol (para los que tienen el cerebro agujereado por esa enfermedad infantil, ya existen chupetes adecuados), ni valoramos las hojas dedicadas a dar incienso, ni las que se despilfarran en la crítica destructiva al personajillo de al lado de la bancada ideológica (para atontar a estas víctimas, que se utilicen los papeles de difusión gratuita, y que los paguen aquellos que buscan el efecto).

Periodistas profesionales -no por favor los periodistillas que se han autoconcedido su título a base de una publicidad entre las sábanas- recapacitad. Los periódicos pueden estar muertos. El periodismo, jamás debería morir. Nos va en ello, a todos, una parte de la capacidad de pensar, de opinar, de discutir, de vivir.

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