Sobre las ideas
No vamos a hablar de la cosmogonía de Platón, sino de la de ahora. No va a ser cosa de filosofía, sino de manual de urgencias. No entraremos en la cuestión de si habrá necesidad de recurrir al cambio de paradigma -palabro que, como ya hemos reflejado, nos repugna-, que veremos luego lo que hará falta para controlar los desmadres de los dioses del mercado...cuando pase la borrasca.
En una situación que se ha concretado como gravísima, y que persiste a pesar de los brotes verdes que algunos ven forzando los ojos de su imaginación -un observador inteligente los llamó "brotes de invernadero"-, faltan ideas. Buenas ideas para conservar la calma, mantener la flotabilidad y revisar la solidez de los botes salvavidas, si es que el asunto ha de acabar -lagarto, lagarto- en un naufragio.
No pensamos que la escasez de ideas sea cuestión de una falta de liderazgo. Hace ya tiempo que no creemos que una persona pueda ser cabalmente tenida por responsable de las actuaciones acordadas por la mayoría de una sociedad. Siempre hay equipos, estructuras, decisiones que se adoptan por filtros piramidales, detrás. El líder nunca está solo, porque no puede vivir sin un fuerte respaldo.
Cuando la mar está relativamente en calma, la mitad de la tripulación puede descansar o mantenerse al pairo. Ahora bien, cuando hay huracán, nadie en el barco debe dormir (ni podría), ni sería admisible que se resistiera a colaborar argumentando que el problema no va con él o que el capitán no tiene su confianza. No es tiempo de motines.
En casos de crisis, ni siquiera hace falta un programa coherente y lógico para movilizar al personal. La gente está tan asustada que se podría dejar conducir hasta por un loco. El abominable Hitler -perdón por la cita- demostró que es posible contar con la colaboración, activa o pasiva, de la mayoría de una población, tenida por inteligente, con el pretexto inasumible de exterminar a una minoría.
Hoy no se pretende exterminar a nadie, sino salvar una situación económica. Y es lamentable que no existan programa ni ideas, capaces de movilizar a la inmensa mayoría, ilusionándola sin resquicios, a pesar de que la ideología de la solidaridad es, indiscutiblemente, la mejor (la única) que podemos poner en funcionamiento para alcanzar una sociedad justa.
Y, sin embargo, alguien se empeña en colocar sobre el tapete de las preocupaciones, temas que son importantes, pero no son prioritarios ni urgentes. No ahora.
El debate acerca de la corrupción es muy interesante, pero no debe concentrar nuestros esfuerzos en este momento, porque debilita o imposibilita la adopción de acuerdos sólidos, mayoritaios. Debió haber sido mantenido antes, tendrá que ser resuelto después.
Hoy necesitamos concreciones, no propósitos ni buenas intenciones que no puedan llevarse a cabo por falta de consenso. Necesitamos programas inmediatamente realizables, plasmados con total seriedad, con sus consecuencias, resultados y costes perfectamente estudiados. Bien explicados.
Nos preocupa la pérdida de nuestros puestos de trabajo, el parón de la actividad, el no saber cómo vamos a salir de ésta y cuándo. Nos preocupa advertir que nuestras fábricas, con sus equipos y maquinarias en buen estado de uso, aún no amortizadas, están cerrando porque no se compran productos que ayer eran imprescindibles. Y no tenemos sustitutos.
Nos preocupa saber que nuestras universidades y escuelas de formación siguen manteniendo su apacible ritmo de que aquí no pasa nada, sin haber activado todos sus mecanismos de alarma, de creatividad, de impulso y colaboración con los demás agentes sociales.
Nos preocupa que una granm parte de nuestra población -más, bastantes más de cinco millones- se encuentre inactiva, improductiva, inútil, cuando estamos en una situación de crisis: que no se sepa qué hacer con nuestros jóvenes, nuestros jubilados y prejubilados, nuestros parados cobrando subsidios y nuestros parados que no tienen prestaciones, nuestras mujeres y hombres cualificados pero desempleados... a pesar de las leyes de igualdad, de la Constitución y del sentido común que llevaría a utilizar todos los recursos.
Nos preocupa que, estando ahí, aún sin grave daño, todo el potencial de mano de obra, de activos industriales, de poder intelectual, de masa monetaria (ay, ese dinero guardado que espera que la situación se complique aún más, para sacarle mayor rendimiento), no haya una preocupación obstinada, unánime, para volver a movilizarlo de inmediato, tocando a rebato en todos los focos de responsabilidad.
Salgan a la calle las ideas. Que les dejen expresarlas a quienes las tengan, que se promuevan, por el debate, otras, que se discutan y elijan las mejores y se pongan en práctica. Que se llamen para actuar y colaborar a los que más sepan. Que se callen los que vociferan, disimulando que van de vacío.
Que Dios y Obama nos cojan confesados.
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pablo -