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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la catarsis del barranco

El expresidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, sospechoso de haber consentido una trama de corrupción de la que fueron beneficiarios su esposa y otros familiares, apareció gravemente herido en el fondo de un barranco el 23 de mayo de 2009, cerca de su lugar de residencia. Murió como consecuencia de las graves heridas.

Roh Moo-hyun fue un buen presidente. Promovió el acercamiento entre las dos Coreas, impulsó la modernización del país y firmó acuerdos de cooperación con las potencias económicas occidentales que aportaron múltiples beneficios a sus conciudadanos.

Entre las empresas que tuvieron un fuerte desarrollo durante su mandato, se contó el conglomerado (chaebol) Taekwang Industry, que se dedica a la producción de bienes electrónicos y textiles y, sobre todo, de calzado. Hace unos meses, la fiscalía, en la investigación de sus irregularidades contables, decidió procesar a la cúpula directiva de la compañía.

Tirando del hilo, se descubrió que la esposa del circunspecto Roh Moo-hyun, su hijo y un sobrino habían recibido importantes cantidades de dinero de la empresa.

Cuando se conoció la noticia, no faltaron lectores que enviaron comentarios a las redacciones de los media, expresando que, si todos los corruptos se tiraran por los barrancos, se solucionarían los problemas del mundo.

Debemos advertir, en primer lugar, que no consta probada esta situación delictiva por parte del ex-presidente. No se descarta que haya sido un asesinato.

Pero es que, además, matarse tirándose por un barranco no parece una forma típica de suicidio para un corrupto descubierto. Aunque los occidentales tienen otra formación respecto al honor y a la manera de lavar los errores, no es imaginable que un personaje que mantenía tanto poder y credibilidad decida apartarse de este mundo lanzándose a un agujero.

Parece más bien propia de quien no tiene a mano otros medios de acabar con su vida, dando por descontado, de que se encuentre en una situación de fuerte excitación, aislamiento y enajenación transitoria.

Tengan en cuenta esos lectores con propuestas insólitas, que la figura del corrupto no existe como una tipología para calificar al ser humano. La ocasión  es la que hace a los corruptos y, sobre todo, la apariencia de seguridad de no ser descubiertos.

Posiblemente, un alto porcentaje de personas respetables se hubieran convertido en corruptos si no hubieran existido sistemas de control y observación de las decisiones de quienes tienen poder sobre los órganos del Estado.

Deseamos que se aclare, con todas sus consecuencias, la muerte del ex-presidente correano. Y abogamos, no por la señalización de barrancos con potencialidad para que se lancen por ellos los corruptos descubiertos, sino por mejorar los sistemas de control que impidan el nacimiento de los deseos de obtener ventajas de las decisiones de gobierno, en la creencia de que esos movimientos nunca van a ser descubiertos.

 

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