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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la retirada de tropas de Kosovo y el prestigio internacional de España

El anuncio de la superministra Carme Chacón de retirar antes del verano el contingente de 600 soldados bajo bandera española que están de vacaciones de riesgo en Kosovo ha sido duramente criticado.

Cebándose en la escasez de noticias relevantes -la crisis económica ya hiede, el Real Madrid no se acerca al Barça, la corrupción política no es sino un ejercicio de imaginación urdida entre un sastrecillo valiente y un juez estrella, etc-, todo el elenco periodístico de este pequeño país llamado Spain se ha lanzado a hacer la vivisección del gobierno de Zapatero y su sucesora in pectore.

Ni la decisión adolece de incoherencia alguna respecto a la política exterior española, ni a los aliados internacionales les importa poco ni mucho el asunto de lo que haga Chacón con ese batallón de excursión humanitaria, ni el prestigio (siempre bajo estigmas) internacional de España va a verse afectado un ápice por enviar de vuelta a casa a unos pocos militares en función contra natura.

No podemos olvidar que se encontraban cumpliendo una misión casi ininteligible, después de una guerra que se justificó con muchas filigranas dialécticas, y que generó una función pacificadora de duración y cometidos indefinidos para un territorio al que, ambos partidos mayoritarios españoles, no habían reconocido su declaración de independencia unilateral.

Suponemos que en la decisión de Zapatero han influído dos cuestiones. Una, la menor, la reciente visita del Presidente Serbio a España, que actualizó el impulso de traer a casa de inmediato a las tropas destacadas en la región. Otra, la mayor, la similitud en las situaciones de Euskadi con Kosovo, tantas veces puesta de manifiesto, y que, ahora, con la perspectiva de un gobierno de coalición nacional en el País Vasco, necesitaba marcar una línea coherente: no a los separatismos unilaterales.

Sacar consecuencias respecto a la capacidad de la ministra Chacón, la improvisación de la política exterior o el ridículo que se habría hecho en el escenario internacional, no es más que una añagaza política. Seguimos siendo lo que éramos, lo que somos. Lo que nos hemos labrado a pulso de discusiones estériles en estos treinta años de creernos el ombligo del mundo estando tan próximos a otro agujero de ese cuerpo imaginario.

Política interior, pues, y de andar por casa.

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