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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre Francis Bacon, Madrid, y los pintores abstractos chinos

Madrid no es precisamente una ciudad de la cultura, aunque la oferta de cuencos en los que beber néctares, placebos o brebajes con su nombre, resulta abrumadora.

Por estas fechas (febrero de 2009) se han reunido, entre otras manifestaciones de ese subcapítulo del arte que entendemos por pintura en la capital de España, obras de Francis Bacon, vacas pintadas y una muestra de la designada como Escuela Yi. Esta última denominación recoge 30 años de arte conceptual chino que, con mucha mayor tradición que en la cultura occidental, pretende llamar la atención, más que en lo creado por el artista, en los propios objetos o en el estado creativo que condujo aquél hasta lo mostrado al expectador.

Resulta para ese observador muy difícil entender como arte, y seguramente aún menos como pintura artística, la mayor parte las obras expuestas en la muestra de creadores chinos que se visita en instalaciones de La Caixa. Para muchos, la creación artística no debería necesitar tantas explicaciones ajenas al objeto expuesto para justificar la obra. Por mucho que los movimientos de arte conceptual o minimalismo se esfuercen en presentar los recovecos ocultos de un objeto y su mensaje, una obra de arte tendría que ser capaz de ser por sí misma.

Cuando se nos dice que el artista ha necesitado 15 años para completar su obra, con la apariencia de un lienzo en blanco, porque cada día fue poniendo una mínima rayita en el lienzo, o que lo fotografiado representa una selección de los momentos en los que el artista (otro) recorrió Gran Bretaña durante seis meses con una piedra al hombro, no somos capaces de emocionarnos.

Tampoco cuando una ilustrada guía -muy simpática, por cierto- nos confiesa que aquellas bolitas pegadas al lienzo son, originariamente, papeles con mensajes en idioma que parece chino, pero que no es chino, y  que el autor de la desestructuración ha ido arrugando y haciendo esféricas, con engrudo y paciencia.

Hemos visto en el Museo del Prado, por las mismas fechas, la exposición retrospectiva de Francis Bacon, el artista irlandés fallecido en Madrid en soledad, que, especialmente a partir del suicidio, en 1971, de su amante Georges Dyer, prefirió expresarse en trípticos, contando a modo de historietas que, dado el expresionismo figurativo con que fueron realizadas, pueden interpretarse como representaciones de la soledad, la desesperanza vital y el escepticismo. O también, pueden interpretarse como al espectador le venga en gana, porque están, en fin, ahí, grandes y vigentes.

No necesitan los pintores, en general, mucha filosofía para expresarse. La necesitan sus comentaristas y, como proliferan, cada vez se dicen más cosas respecto a una obra. Parece que los que controlan las manifestaciones culturales de nuestra sociedad, se empeñan en que vayamos a las exposiciones de pintura con un montón de libritos en los que se nos presente, como parte indisociable de cada obra, un libro plagado de explicaciones, realizadas por alguien que ni siquiera conoció al artista.

Requiescat in pace, ars. Mala tempora currunt. 

1 comentario

Reinerio Ramirez Pereira -

interesante