Sobre la nieve en Madrid y el calentamiento global
Enero de 2009 ha comenzado con frío en España. Un frío "atroz" ("atrocious"), cabría decir, parafraseando tanto al Presidente electo Obama como al ex Presidente Clinton cuando juzgan la profundidad de la crisis a la que nos estamos enfrentando, debido a la igualmente atroz política del Presidente Bush jr.
En Madrid, la nieve caída el 8 y 9 de enero ha helado en parques, en los bordes de las aceras, en los alerones, ofreciendo una imagen insólita. Es, nos han dicho, consecuencia de los vientos que nos han traído el tiempo polar a nuestras latitudes/longitudes.
Algunos escépticos de café con bollos han aprovechado para comentar a diestro y siniestro con sorna que "este frío es una consecuencia del calentamiento global". Ni siquiera hace falta llamar al primo del presidenciable Mariano Rajoy para aclarar la diferencia entre clima y tiempo atmosférico. Todos sabemos ya que una cosa es si va a hacer frío o calor mañana y otra son las tendencias a largo plazo. Pero que haga tanto frío cuando nos estamos preparando para pasar mucho calor, da pie a pensar que nos pueden estar tomando el pelo.
No hay que descartarlo, al fin y al cabo. Porque lo que no se dice tanto es que las predicciones sobre el clima consisten en meter en una caja negra, que es un programa de simulación, unos cuantos cientos de parámetros -es decir, variables que tienen un comportamiento que se ha predefinido, bien de acuerdo con ecuaciones, o aleatoriamente, o de forma indexada a otras variables, etc- y realizar varias hipótesis de su evolución. Cuantas más variables, más complejidad, más dificultad de analizar el comportamiento del modelo, más imposibilidad de reproducirlo con medios de cálculo diferentes.
Ya hemos escrito en otro lugar que si el cambio climático no existiera, habría que inventarlo. También es posible que los serios científicos que componen el panel del cambio climático y sus seguidores -al fin y al cabo, seres humanos, gentes influenciables, eruditos y sabios con su ego y sus achaques- hayan olvidado un par de miles de variables o las hayan subestimado y la evolución del presunto calentamiento no sea tal, o suceda dentro de otro par de miles de años...
Ninguno de los que se declaran partidarios o detractores del cambio climático han reproducido el modelo. Es muy complejo, demasiado caro, excesivamente tedioso y difícil. Por eso, hay opiniones para todos los gustos, y, por eso, las versiones ideológicas superan a las evidencias científicas.
Hay de todo en la viña del Señor. Han aparecido Premios Nóbel que opinan que es mejor dedicar los dineros que se prevén para parar el aumento de la concentración de carbono equivalente a ayudar a los países más pobres. Y Premios Nóbel que opinan lo contrario. Puede que tengan razón. Si el cambio climático es imparable, al menos que más gente pueda disfrutar de haber tenido el estómago repleto unos cuantos años antes de morir ineluctablemente.
Quisiéramos rendir un homenaje a los que se equivocaron en la persona de Holger Strohm, que en 1978 escribía un "Manual de educación ecológica" en el que puede leerse: "...desde 1940 la temperatura de nuestro planeta ha descendido en un grado fahrenheit... muchos científicos están de acuerdo que todos estos síntomas indican que nos acercamos a un nuevo período glacial..."
Strohm, militante del SPD en su momento, ecologista a favor de la energía de fisión, fue modificando sus criterios a medida que incluía nuevos conocimientos en su propia coctelera, ya que, como suele decirse, solo hay que creerse los análisis que uno mismo peina. Hace poco, el prestigioso director del observatorio astronómico Pulkóvo, Jabubiló Absusamátov, defendía la inminencia de una glaciación a partir de 2050-2060.
En fin, no se descarta que, de una forma u otra -por calentamiento, enfriamiento, bomba atómica, desastre nuclear, choque con asteroide, revolución bacteriana-, se quiere convencer a los más jóvenes de que les va a tocar vivir el fin del mundo. Convendría, pues, que leyeran el Apocalipsis, para tratar de descifrar las claves de comportamiento en el espectáculo final.
Aunque no resulta muy explícita, esa críptica escritura que hemos pasado de generación en generación nos ha sido legada como profecía de la última representación. Incluso los autobuses de Barcelona, en emulación de la campaña por el Enjoy your life que se inició en Londres financiada por agnósticos anónimos, deberían de dar alguna información al respecto.
Podría ser algo así: "El cambio climático probablemente no existe. Y te vas a morir pronto, de todas las maneras. Así que sigue contaminando como se te antoje". Un poco largo, quizá.
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