Sobre las propuestas de España en la cumbre de los G-20 ante la crisis
En el momento en que escribimos esta Nota no se sabe aún si España será invitada a la reunión de los llamados G-20, una combinacíón casi aleatoria de países, que se reunirá para dilucidar qué es lo que está pasando en la economía mundial y difundir las propuestas que se les hayan ocurrido a los consejeros de los jefes de Estado.
Aunque el lugar de la cita es Washington -los vuelos de American Airlines son algo más baratos- actuarán como anfitriones convocantes un trío de conveniencia: el formado por el unánimemente denostado (incluso por su propio partido) ex-presidente de Estados Unidos, George Bush jr., el hipercarismático sempersonriente presidente de Brasil, Luis "Lula" de Silva y el mediático multiubicuo eterno adolescente, presidente de Francia, de la UE y de la Ohlalá!, Niko Sarkozy.
Puede que España sea finalmente autorizada a asistir a esa reunión de culpables, presuntos, sospechosos y víctimas de la crisis económicamente. Seguramente el tímido presidente Zapatero se incorporará al evento con la sonrisa de niño bueno al que la maestra ha perdonado el castigo, y la diplomacia hispana lo presentará como un éxito de negociación.
Nuestro consejo es que no vaya. Que de cualquier excusa, que juega el Atletic, que lo pensó mejor, que tiene jaqueca o que no le sale de por ahí, que se arreglen sin su presencia.
Porque, además, no necesitaríamos ningún foro especial, para decir al mundo lo que nos apetecería decir a nosotros. Tenemos la web, que lee todo el mundo, o al menos, la puede leer. Por ello, hemos querido ayudar a expresar la posición española con algunas ideas que, si les apetece, pueden suscribir Zapatero, Rajoy y los miembros y miembras del Consejo de Diputados que lo deseen. Basta con que pongan una nota de adhesión más abajo y nosotros nos encargamos de enviársela a los tres convocantes, a cobro revertido.
1. La globalización es una patraña. Ha servido para que las grandes empresas se hagan más opacas a la fiscalización y al control, y una buena parte de ellas -no decimos todas por respetar un margen a la duda- utilicen en su beneficio la precaria seguridad jurídica de los países menos desarrollados.
Así han conseguido las grandes firmas, con la complicidad de los gobiernos, vaciar el ahorro de las familias. El dinero ha sido volatilizado de sus países de origen y canalizado, en movimientos especulativos, hacia las naciones más deprimidas del planeta. Porque el dinero es papel y anotaciones y, como la energía, ni se crea ni se destruye: se roba, se desplaza, se utiliza, se reutiliza, pero nadie quema la pasta.
En estos países de destino preferidos para las plusvalías, los más ricos e inescrupulosos han ido adquiriendo en tierras, voluntades, materias primas, montado nuevos negocios y, paralelamente, han contaminado, destruido y expoliado lo que les apeteció, todo en honor al progreso, al bienestar y al desarrollo, que es un cuento inventado.
Ha sido especialmente atractiva para los actuantes ejercer la opción de obviar los controles contra la contaminación de los países desarrollados, situando los centros muy contaminantes allí donde la mano de obra es barata y las exigencias ambientales escasas o nulas. La globalización ha permitido adormecer las mentes colectivas, vendiendo chucherías a los que vivían en países que se creían ricos, mientras se reinvertían los beneficios en los países que se habían creído que eran pobres.
2. La economía de libre mercado no ha funcionado, una vez más. Ese invento de la oferta y la demanda tiene agujeros por todas partes.
Podemos admitir que no tenemos otro sistema mejor y que no vamos a volver al método del puro trueque de mercancías, pero son imprescindibles controles muy estrictos que garanticen que las materias primas básicas, y en particular, las relacionadas con la producción de alimentos, medicinas y educación tengan el control superior de las administraciones públicas y de la comunidad internacional, para lo que se hará un seguimiento férreo de los precios y de las necesidades, impulsando la distribución mayor de la cultura, las ayudas para sanidad y los alimentos para consumo humano, con el compromiso de los países más desarrollados, en razón directa a su pib, aporten más a un fondo de desarrollo.
3. El planeta se está deteriorando ambientalmente a niveles nunca conocidos, y es imprescindible detener esa carrera.
Las medidas podrán tener relación con el calentamiento global, pero independientemente de esa relación, los G-20 y todos los países tienen que ser conscientes de que se debe detener el consumo irracional de medio ambiente y, en particular, el que se realiza en beneficio privado. Es imprescindible internalizar los costes ambientes en todos los proyectos de envergadura, y los países del G-8 deben dar ejemplo de ese cálculo, negando ayudas a macroproyectos que tengan impacto ambiental si no gozan de un informe ambiental aprobado por una comisión de técnicos independientes y plurinacional.
4. El mundo debe vivir en paz.
Ni las religiones, ni las ambiciones particulares de un Estado, ni la búsqueda de cualquier garantía de suministro, ni ningun argumento justifica la guerra. Los países deberán acordar el desmantelamiento de todos sus centros de producción de armas nucleares en un plazo máximo de diez años. Los conflictos se resolverán en una Corte de arbitraje internacional. Si los dirigentes de un país decidieran agredir o invadir a otro, atacando su soberanía, serán expulsados de los foros internacionales, estudiándose las medidas para que la población sufra el menor castigo posible.
Y así siguiendo. Zapatero podría enviar simplemente una carta, y, entretanto, hacerles el manipipas.
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