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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los incidentes de Tricastin

La opinión pública francesa se ha sensibilizado en las últimas semanas respecto al riesgo nuclear. Una de sus centrales insignia, en la zona en donde se ubica la mayor concentracion de centrales atómicas, en Tricastin, ha sufrido varios incidentes de nivel 0 y 1. Tricastin agrupa en 600 hectáreas la mayor concentración de empresas de la industria nuclear francesa que, como es sabido, ha apostado firmemente por esta forma de producción energética.

Las asociaciones ecologistas han aprovechado la coyuntura para poner el grito en el cielo, confirmando a quienes deseaban oirlo los peores presagios. Desde luego, para la empresa Areva, la noticia ha llegado en mal momento.

Después del incidente de Socrati, la fábrica de tratamiento de los efluentes radioacivos, y el igualmente reportado de Romans-sur-Isère, el que cien empledos de la central EDF de Tricastin se hayan visto "ligeramente contaminados" por el escape de una tubería, proporciona amplia munición para realizar un repaso de las condiciones de seguridad en las instalaciones nucleares.

Pero la conclusión debe ser satisfactoria. En primer lugar, porque han funcionado correctamente los mecanismos de detección. El último incidentes ha sido valorado como de riesgo de nivel cero por la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) -que califica de 0 a 7 (el más dramático)- los incidentes de explotación.

En segundo lugar, las medidas de control sobre las centrales nucleares no tienen parangón con otros riesgos, muy superiores, y que pasan desapercibidos a la población. También en las unidades de producción energética, reputadas (desde el punto de vista ecológico- de más limpias. La transparencia de los incidentes y las medidas de evaluación y corrección debe ser estimada como una garantía de que las cosas se hacen bien, y que los problemas operativos que son inherentes a toda explotación humana, son detectados y se adoptan las medidas pertinentes de forma técnicamente solvente.

La cuestión no está, desde luego, en ocultar las incidencias, ni en justificarlas, sino en proporcionar a la opinión pública los datos necesarios para que se pueda realizar una valoración juiciosa de la metodología de control y de la frecuencia de las incidencias. No estamos a favor decidido de esta forma de energía, y la estimamos como un mal necesario. No es, desde luego, la panacea ni la solución al crecimiento energético. Pero no tenemos otro remedio.

Convivir con ese riesgo, haciéndolo mínimo, y aumentar aún más su seguridad, sin descuidar el estudiar aceleradamente otras vías alternativas, es, desde luego, la labor técnico-política que nos corresponde.

Lanzar gritos llamando a un debate urgente de paralización de lo nuclear, e incluso recordar otra vez que cualquier dosis de radiación es potencialmente cancerígena y presupone riesgos genéticos es legítimo, desde luego. Hay muchas actuaciones de nuestro desarrollo tecnológico que nos obligan a convivir peligrosamente con el deseo de una paz absoluta. ¿Qué hacer? ¿Revisamos a fondo el paradigma? ¿Nos tranquiliza saber que, al alejar de nuestro patio trasero las instalaciones nucleares, el peligro lo están corriendo otros?...

Preferimos la función más profesional: mantener la tensión para que las centrales nucleares actúen bajo exigentes protocolos, y sus dirigentes y responsables nos comuniquen, de inmediato y con veracidad, lo que sucede en ellas, tranquilizándonos el que, aunque el monstruo tenga un fortísimo poder destructor, lo sostenemos a raya con la mejor tecnología, hasta que ya no lo necesitemos y, en lo que se refiere a los residuos de alto poder contaminante, bajo control prácticamente eterno.

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