Sobre prisas y rentabilidades
Tenemos prisa, mucha prisa. Por eso, celebramos la colocación de las primeras piedras de edificios y monumentos que a lo peor nunca conseguirán ser puestos en pie del todo. Por eso, anunciamos con profusión de carteles y parafernalia mediática, planes de urbanización, jardines y construcción de infraestructuras que, puede ser, no se lleven a cabo jamás.
Vivimos mucho del cuento, de la ilusión de que ya hemos hecho lo que solo es un proyecto. Y claro, como ya hemos festejado la terminación de lo que nos hemos propuesto, corremos el riesgo de no ejecutarlo, porque la ejecución es lo más aburrido y trabajoso de cualquier asunto. Eso sí que lleva tiempo y significa esfuerzo.
No tiene porqué extrañar que en España investiguemos tan poco. La Universidad y la empresa están contagiados del mismo espíritu apresurado y tramposo del resto de la sociedad.
¿Quién habrá de preocuparse del pobre científico que, en soledad con una colección de aparatos arrebatados a sangre de la incuria, prueba una y otra vez, siguiendo un duro protocolo, si por acaso se cumplen las hipótesis que ha entresacado de complejos libros y artículos plagados de fórmulas incomprensibles para todo el mundo?
¿A quién ha de importarle un ardite la batalla diaria de ese equipo de ilusos mal pagados que todos los días se encaraman sobre la remota posibilidad de que les alcance la chispa de la genialidad o de la suerte, trabajando con método en un espacio de saber incomensurable y lleno de trampas?
Pero, ay, cuando esos ignorados descubren algo, cuando su trabajo oscuro alcanza alguna luz, aparecen de aquí y allá cientos de capitalizadores de su éxito. Esos sí que le sacan la rentabilidad.
Son ratas. Quizá, si nos fijamos bien, descubramos a mucho de los que asisten con frecuencia a la colocación de cientos de primeras piedras.
Ahora están en otro papel. Reclaman para sí el mérito y la gloria de presentar un edificio completo que han construído otros, puede que con las primeras piedras de gentes como ellos que ni siquiera tocan la flauta por casualidad, sino con desfachatez. En las catacumbas del sistema, los equipos de investigación siguen probando teorías, tonteorías.
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