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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los bolonios y los ingenieros

En un emotivo acto, presidido por la Ministra Cristina Garmendia, se rindió homenaje póstumo el 7 de julio de 2008 a Clemente Saenz Ridruejo, uno de esos ingenieros polifacéticos cuya biografía parecería imposible, de tan plagada de actividades y méritos y en campos tan variados.

El lugar fue el Salón de Actos del Instituto de la Ingeniería de España, que ahora preside Manuel Acero. En el estrado se sentaron, entre otros, Florentino Santos -compañero de algunas fatigas de Clemente- y Miguel Aguiló, presidente de la Fundación Ingeniería y Sociedad. También destacamos a la recién nombrada Directora general de Servicios del Ministerio de Trabajo e Inmigración, Marisa Delgado, coorganizadora del acto junto a José Pedro Calvo, del IGME.

La intervención de Miguel Aguiló, saliéndose de lo estrictamente laudatorio, fue muy atractiva. Defendió una docencia en la ingeniería que incoporase a profesionales experimentados y en la que se valorase, para el acceso a las cátedras y puestos de profesores, como elemento clave, los conocimientos prácticos.

No era tan importante, -afirmó-, que los ingenieros tuvieran cuatro, cinco o seis años de discencia, como el que sus profesores fueran gentes que supieran de lo que la sociedad pretende de los ingenieros. Técnicos que conocieran el día a día de las empresas, que vivieran desde el terreno. Porque quizá los físicos podrían calcular mejor una estructura, los economistas supieran más de rentabilidad o los químicos más de materiales, pero los ingenieros deben saber, sobre todo, de cómo hacer las cosas y que funcionen. Los bolonios corren grave peligro si se ignora este objetivo.

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