Sobre el canje de delincuentes por rehenes
Lo más sencillo es afirmar rotundamente que la oferta del presidente de Colombia Alvaro Uribe, para conseguir la inmediata liberación de Ingrid Betancour, secuestrada desde hace seis años por las FARC y gravemente enferma -Hepatitis B, leishmaniasis, depresión-, es un error. Uribe promete excarcelar a (¿todos?) los guerrilleros en prisión, incluso aunque hayan sido condenados por delitos de sangre o de lesa humanidad.
Lo más difícil es asumir que, tal como están las cosas, si no se hace nada -interpretado aquí por "otras cosas distintas de las que se han estado haciendo"-, Ingrid morirá en algún lugar de la selva colombiana y un número no bien precisado de rehenes de las FARC seguirá privado de libertad y de las más elementales condiciones que garanticen su salud.
Como difícil es entender porqué Venezuela y Ecuador han amparado y seguramente amparan a terroristas, -jugueteando con supuestas identidades ideológicas con ellos-, y por qué el gobierno colombiano recela tanto de la lealtad de sus vecinos como para suscitar incluso un conflicto diplomático con aires de sainete torticero abatiendo a Raúl Reyes por una patrulla colombiana en terrenos ecuatorianos.
Menos sonrisas, menos negociaciones, señores. Actúen. El tiempo pasa para siempre. No se debe hacer esperar al estado de derecho en el closet, entre las escobas, los cubos de agua de fregar y los mandiles. Hay que analizar cómo romper la línea de simpatía de los revolucionarios con el pueblo. Porque, mientras exista, los rebeldes se sentirán legitimados, y los poderes públicos, se verán más débiles.
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