Sobre los riesgos de las misiones
La muerte de tres españoles en Afganistán (dos militares de la Benemérita y un intérprete civil), como resultado de un atentado protagonizado por un chófer afgano al servicio del destacamento, es un resultado inesperado, lamentable, injusto, del trabajo que el Ejército está realizando allí, calificado de Misión Humanitaria.
Como España es un país con política exterior pacífica, la inmensa mayoría de las tareas que se le encomiendan a su fuerzas armadas tienen objetivos que se han de enmarcar dentro de las preocupaciones de la sociedad civil, es decir, humanitarias.
Con ello podría estar significándose que la guerra, -bien para prepararla, evitarla o ejecutarla-, fin único para el que se han creado y mantienen teóricamente los Ejércitos, ha dejado de ser el eje constitutivo de su esencia.
El trabajo de nuestros militares en el exterior, aparece teñido de componentes místicos, casi religiosos, con los que el resto de la población, y a lo mejor, ellos mismos, pueden caer en el error de pensar que su misión es la de enseñar la verdad de la fe, y propagar la buena nueva de que todo el mundo es bueno y de que tenemos que amarnos los unos a los otros como nos amamos los demócratas occidentales.
Los talibanes de Afganistán están demostrando cuando tienen ocasión que quieren recuperar el poder del que han sido desposeídos por Estados Unidos y una coalición de países secundarios, después de haber sido ayudados a instalarse en él.
La estancia humanitaria de nuestras tropas en Afganistán tiene, al contrario que cualquier misión militar o religiosa, fecha de salida. Es evidente que no se han satisfecho los objetivos que se habían propuesto. Por su naturaleza, equivale a un encargo, un contrato y ha convertido a nuestros militares en mercenarios.
(seguirá)
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