Sobre la soledad y otras miserias
Nuestra sociedad occidental está posiblemente enferma, pero, dada la dificultad de hacer un diagnóstico para un colectivo tan extenso y la imposibilidad de recetar, por tanto, un curativo, los subgrupos del entramado societario están medicándose individualmente. Seguramente, lo que se administran estas víctimas indirectas del fenómeno colectivo no tienen efecto alguno, son placebos.
La obsesión por la comunicación telemática es, desde luego, un síntoma de que algo no va bien. Existe un personaje, creado por la imaginación de "Muchachada Nui" (Joaquin Reyes y Cía, TV-2), el inefable Enjuto Mojamuto, que refleja muy bien la sensación de dependencia del individuo aislado respecto al entorno virtual que se ha forjado para compensar su soledad.
Esos 60 o 120 ¿o son ya 240? millones de blogueros, en número creciente de forma prácticamente exponencial (dicen que se cuadriplican cada año), que escriben con mayor o menor asiduidad, sus pequeñas historias con la esperanza de que los lean conocidos y desconocidos, son un reflejo, también de la soledad. Desde los blogs más visitados (lo que no quiere decir, ay, leídos), hasta el más recóndito de los diarios informáticos perdido en la red, reconozcámoslos, el tufo destilado es el de la necesidad de comunicación de sus creadores, es decir, la existencia de alguna forma de soledad.
El mundo de lo virtual es solo un espacio muestral representativo de lo que está sucediendo en el mundo real, aunque, en algunos casos, el primero se complazca en ser una caricatura o una deliberada expansión liberadora del segundo. Ancianos y jóvenes que viven en soledad (abandonados a ella, o forzados sociológicamente a independizarse a su pesar). Parados. Estudiantes y trabajadores víctimas del mobbing. Pobres. Desarraigados. Prejubilados. Maltratadas. Homosexuales. Etc.
En alguna de tantas esferas de marginación y soledad, seguro que cada uno encuentra un sitio en el que reposar su desilusión. Y si no lo halla, medite seriamente de donde le viene ese equilibrio.
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