Sobre lo que saben y no cuentan Mario Conde y Rafael Vera
En una muy interesante entrevista realizada en noviembre de 2007 a Mario Conde, el ex-banquero, por el Loco de la colina (el periodista Jesús Quintero), aquél dejaba traslucir que había asumido riesgos por sus actividades que sabía que podían llevarle a la cárcel, pero que las razones por las que finalmente fue juzgado y encarcelado tenían que ver exclusivamente con la pérdida de la capa protectora del sistema. Porque delinquir, lo que se dice delinquir, delinquen todos.
Esta valoración de que para moverse en la sociedad hay que afrontar riesgos, como consecuencia de que para estar arriba es imprescindible moverse al margen de la legalidad en algunos aspectos, y que solo serás pillado cuando cometes algun error que enfada a los poderosos o cuando no has sabido calibrar tus fuerzas, coincide con lo igualmente insinuado por otro encarcelado de excepción, Rafael Vera, antiguo secretario de Estado del ministerio de Interior. Se sienten como bucos emisarios, machos cabríos expiatorios, víctimas propiciatorias del sistema. Un sistema controlado desde bambalinas.
Ambos indican también que ocultan lo sustancial, y que lo contarán "cuando sea el momento oportuno"/"cuando se solucione el tema del terrorismo"/"en otro momento". El libro de Vera, "Las Diecinueve Puertas" (las que separaban su cárcel de Segovia de la calle) no puede ser más decepcionante, pues se mueve en la esfera de la semificción, para narrar hechos y atribuir actuaciones a personajes que se pueden identificar con sus dobles reales, pero no cuenta en él nada sustancial, que ayude a entender los móviles del condenado (y, desde luego, no arrepentido) y quién o quiénes eran sus compañeros de viaje en las actuaciones contra legem.
Sustancial sería dar a conocer que en la lucha contra el terrorismo el consenso político era que había que destruir a ETA como fuera y que no se trataba de un invento de un Secretario de Estado disciplinado; sustancial sería indicar que un grupo de banqueros prominentes maneja a su antojo los resortes de la economía española y las instituciones; sustancial sería adelantar que algunos miembros de la judicatura anteponen sus intereses y ambiciones personales sobre la administración neutral de la justicia.
¿Tenemos que esperar a que se mueran los que saben quienes son las marionetas y quiénes los que manipulan los hilos de esta tramoya que tiene tufos malolientes? ¿Se irá con ellos la posibilidad de conocer la verdad, aunque solo fuera su verdad? ¿A qué temen, todavía?
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Redacción -
lanobil -