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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los encuentros entre técnicos y políticos

La técnica está desprestigiada en España, y muy especialmente, desde la democracia. A los partidos políticos mayoritarios -PP y PSOE- no les gustan los técnicos.

Los técnicos que no les sean afines, queremos decir.Las razones de este desencuentro no han sido, según creemos, analizadas hasta ahora.

En nuestra opinión, la desconfianza de los políticos hacia los técnicos proviene de la incomprensión del valor de la opinión profesional y de las consecuencias prácticas de la aplicación del concepto del estado del arte (lex artis) cuando se recurre a uno o varios especialistas independientes, o a un colectivo profesional no comprometido ideológicamente (nuevamente, aclaramos: con la opinión dominante del partido) para que emitan su opinión sobre un tema del que tienen, pónganse como se ponga el mandatario político, competencia técnica.

Porque parece que se interpreta que la opinión técnica ha de ser única, ignorando que los técnicos, y especialmente si actúan colectivamente, buscan soluciones a los problemas, y no pretenden presentar problemas a las soluciones, si son correctas técnicamente.

Recientemente, el PSOE ha lanzado un mensaje demoledor a la población en su conjunto, -aunque acogido con especial devoción por sus votantes más incultos-, respecto a lo que opina de los técnicos. No son gente de fiar.

El buco emisario que soportó esta gravísima lanzada en el corazón de la credibilidad técnica fue la Comisión Nacional de Seguridad, que emitió un informe inequívoco sobre la central de Garoña, a petición del propio Gobierno, en el que, con argumentos de la máxima seriedad y nivel técninos, proponía prolongar el período de funcionamiento, por encontrarse dentro de la vida útil y tener todas las garantías de seguridad. 

El Gobierno hizo caso omiso de este dictamen, y, después de haber caldeado el ambiente mediático, decidió cerrarla, sin ningún argumento técnico, obviamente, sino, simplemente "en cumplimiento de su programa electoral".

Ah, pero, en lugar de poner en práctica su decisión de inmediato, Garoña se mantendrá en funcionamiento un par de años más, porque... es segura (y la necesitamos). Desde luego que la necesitamos, pero será algo menos segura -aunque estamos convencidos que suficientemente segura, dado el nivel técnico y la seriedad de sus responsables- porque la decisión de cerrar centrales nucleares nos hace perder nivel en formación y tecnología nuclear,

El PP va por otro camino. Está a favor de la energía nuclear, porque basta que el otro partido mayoritario se postule claramente en una dirección para posicionarse en la contraria.

Lo que falta es convicción en el mensaje. Por eso, sus representantes en los territorios, que tienen que defender sus votos, se muestran incoherentes con la postura oficial del partido. Por ello, cuando se trata de postularse para ser candidato a la ubicación de un Almacén Temporal de Combustible Nuclear Gastado, los responsables de las administraciones directamente afectadas, pasan a defender la posición nimby (no me lo pongas aquí, porfa).

El ambiente, convertido en cuestión electoral, ha pasado a ser manipulado a diestra y siniestra. Es un recurso, un recurso político. La energía, como el agua, son cuestiones que forman hoy parte de la opinión pública de manera natural. Todo el mundo tiene opinión acerca de la energía nuclear, la solar, la eólica, los trasvases, las desaladoras, los pantanos. No hay acuerdo, no hay consenso, todos hablan como fakires pero se comportan como epulones.

Y no puede haber acuerdo, porque el caldo de cultivo es el desorden técnico. El grave problema que arrastran los dos partidos mayoritarios es haber lanzado a la opinión general, tardíamente, y como si fueran temas que tuviesen una inequívoca solución técnica, lo que ya estaba condicionado por la evolución histórica, económica y tecnológica de España, minúsculo agente en el panorama internacional, del que es altodependiente.

Porque, pongamos por ejemplo, Marruecos o Ghana, si pueden lanzar el debate (el primero ya no tanto, por cierto) a su población por si prefieren centrales nucleares, placas solares, esperar al viento o abanicarse al sol.

Pero en España, con 9 centrales nucleares en perfecto funcionamiento, responsables del 20% de la producción de energía primaria, abrir el debate de lo que se prefiere para obtener la energía primaria a la que se está acostumbrado, es falsearlo extemporáneamente. No tenemos alternativa sin afectar decisivamente a nuestro estado de bienestar.

Con el agua pasa algo parecido. Bienvenidos sean pantanos franquistas, desaladoras en la costa y trasvases, si con ellos se crea riqueza y mantienen los puestos de trabajo. Por supuesto, podemos abrir el debate acerca del interés de proteger la avutarda o el pato azulón, pero no de forma aislada, sino introduciéndolo dentro del contexto de lo que cuesta su protección en sacrificio de bienestar. No como una actuación nimby, sino solidaria.

Hay dos partidos del espectro político que tienen, en el tema ambiental, una posición coherente. Son Izquierda Unida y la UPyD. Por razones y con consecuencias, muy diferentes

Los primeros han caído presos de las posiciones ecologistas más radicales. Se fundamentan con opiniones técnicas, razonables, desde luego (en su contexto irreal), pero minoritarias e inconsistentes con el modelo de desarrollo económico del que todos disfrutamos y al que la inmensa mayoría no quiere abandonar.  Lo más grave es que no tienen mucho que ver con la izquierda, porque lo verde y la lucha de clases no son conceptos acordes.

Por eso, los herederos del marxismo español andan perdidos. Defienden el no a todo lo que toca el ambiente. No a la energía nuclear y el no a los trasvases y a las desaladoras en la costa, junto al pleno empleo, la igualdad social, el no a la guerra, el ahorro energético, la energía solar y eólica (lejos de casa), etc. La vuelta a las cavernas.

UPyD representa en este momento la coherencia de los políticos con los técnicos. Una coherencia que tiene sus raíces, simplemente, en que los técnicos pueden tener opinión personal, pero sus ideas profesionales tienen un escaso valor político. Porque un buen técnico, cuando se le pide que lleve a cabo una decisión política, pondrá lo mejor de sí para hacerla real. Pero un buen técnico no tiene opinión de valor político sobre los grandes temas ambientales.

Libres de compromisos ideológicos previos, su discurso tiene, en el tema ambiental, la racionalidad que han perdido los partidos tradicionales. Hacerlo todo lo mejor posible, sin olvidar que no todo lo posible es oportunamente factible.

Resulta por ello que haber llegado el último tiene una gran ventaja, desde el punto de vista del nivel técnico y la inteligibilidad de lo expresado.

La lógica de UPyD tiene un gran encanto técnico, al no estar contaminada por la política. Necesitamos la energía nuclear, es segura y debemos seguir trabajando porque se mantenga así y aún se mejore; bienvenido sea el mix energético, porque hay que abaratar nuestra producción y ayudar a la industria; habrá sitios en los que sean necesarias desaladoras y en otros será imprescindible llevar agua del trasvase, dentro del marco de lo racional y del progreso; no introduzcamos al debate político lo que no es realizable económicamente ni coherente con lo que podemos hacer, etc.

Qué cosas. Nos han puesto en bandeja a los profesionales decidir dónde queremos estar políticamente.

1 comentario

Alberto Palombo -

Excelente, Angel. Y si pones la incertidumbre ante el cambio climático en ese "modelo de toma de decisiones" que pretendemos llevar en la cabeza los técnicos, corremos el riesgo de entrar en corto circuito. O por lo menos, de sufrir un apagón provocado por aquellos que no quieren saber como poner los pies sobre la tierra, y que venden alfombras voladoras a los electores.