Sobre el desarrollo compatible como superación del concepto de desarrollo sostenible
La idea del desarrollo sostenible se ha convertido en uno de esos elementos tranquilizadores con los que nuestra sociedad consumista acalla su conciencia fagocitadora. Casi todo lo que se realiza para modificar la naturaleza se pretende ejecutado bajo el prisma del respeto a la naturaleza.
Pero, evidentemente, no es así. Las obras de ingeniería transforman el entorno de forma irremediable, y no hay informes de impacto ambiental ni pasos subterráneos o aéreos para los animales afectados, ni plantaciones compensatorias a las talas efedtuadas, ni depuraciones de aguas que equilibren los efectos de los vertidos contaminantes.
Poco puede hacerse ya para sostener una naturaleza profundamente transforamda en los países desarrollados, y ningún césped inglés, ninguna estética plantación de ciruelos japoneses o de falsas acacias equivaldrá a los bosquetes autóctonos caídos en aras del desarrollo. No habrá barreras visuales ni pinturas de colorines ecológicos que nos libren del impacto real causado por los polígonos industriales que proliferan en cada municipio.
Habrá que ser, en fin, pragmático y realista. El desarrollo de los países pobres supondrá la transformación de la naturaleza, y ningún programa ecológico detendrá ese deterioro, expresado en múltiples foros por los países pobres con la idea incontestable de que no pueden dar ejemplos de conservacionismo quienes han destruido su entorno en beneficio de su desarrollo.
Pero es que, además, no sabemos cómo se comportarán las generaciones futuras, cuáles serán sus aspiraciones éticas, qué media utilizarán para valorar su bienestar y nivel de vida. Algo podemos vaticinar: el disfrute de las generaciones del momento difícilmente tomará en consideración las necesidades futuras, porque la irracionalidad del ser humano le lleva a sacar el máximo provecho de lo disponible.
Hablemos, mejor, de un desarrollo compatible. Respetuoso, en la medida de lo razonable, con el medio ambiente actual, pero sin cinismos. Solidario de veras con los países pobres, para que se aprovechen de la tecnología de los países más avanzados y puedan superar su dependencia económica y lograr un bienestar equivalente al que disfrutamos en el mundo occidental.
Un desarrollo compatible es un desarrollo sensato, pactado, homogéneo, solvente y armónico. Preocupado por encontrar el máximo uso a lo existente: recuperar antes que destruir lo aún impoluto. Menos edificaciones nuevas, menos segundas residencias despreciando la arquitectural rural existente, menos caminos de acceso a lugares aún vírgenes, menos autovías y vías rápidas atravesando de parte a parte los territorios, por muy estéticamente diseñados que hayan sido por decoradores de paisajes.
Hay que definir muy bien lo que entendemos por desarrollo compatible, con directrices asumibles y pactadas, en lugar de llenarnos la boca con conceptos como desarrollo sostenible, responsabilidad social corporativa o informes de imapcto ambiental, que únicamente pretenden tranquilizar las conciencias del que deteriora, bajo la premisa subyacente de que, después de nosotros, el diluvio.
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