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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la tolerancia de la violencia en una sociedad autista

Resulta sorprendente que ninguno de los viajeros presentes en el vagón de metro de Barcelona en el que las cámaras recogieronel ominosos ataque de un energúmeno violento a una pacífica ciudadana ecuatoriana, tuviera la valentía de interponerse entre el agresor y su víctima.

Este hecho, que no es en absoluto esporádico, aunque el efecto mediático lo haya magnificado, viene a poner en evidencia el desprecio ciudadano hacia las dificultades del prójimo. Pocos están dispuestos a mediar en un conflicto, aunque sea tan evidente la situación como la sucedida en ese transporte público. Todos hemos sido testigos, y seguramente, también cómplices, de la falta de motivación para denunciar los flagrantes atentados contra la seguridad ciudadana que se producen a diario en nuestras calles.

El fenómeno de la violencia de género no es ajeno a este contexto. Individuos aparentemente normales, pero socialmente distorsionados, cometen faltas y delitos a la vista del público sin que nadie intervenga.

Es imprescindible una mayor concienciación ciudadana, que estimule la denuncia de cuantos casos de abuso de fuerza o presunto derecho, maltratos, chicaneos, comportamientos sexistas o racistas, se están produciendo a diario. También hay que situar en el mismo contenedor, los deterioros intencionados de mobiliario urbano, de propiedades privadas, de oposición injustificada al uso de la fuerza pública, y, en general, hay que apoyar y exigir el ejercicio de una policía seria, serena, activa. No a la indolencia porque tenemos que perseguir colectivamente a loso violentos.

Porque los violentos son, sobre todo, cobardes. Y una sociedad autista estimula su proliferación y la manifestación de temperamentos que traducen su cortedad mental en la agresión hacia los más débiles, sintiéndose ellos fuertes porque ven que nadie se coloca en el camino entre sus víctimas y su explosión de furia desquiciada. No son antisistema. Son la escoria de una sociedad autista, en la que lo único que parece primar es la búsqueda individual del bienestar, sin preocuparse por cómo les va a los demás.

No nos damos cuenta que, para los violentos, todos podemos ser víctimas propiciatorias. Unicamente nuestra solidez como grupo defensor de los derechos y libertades conseguirá mantener a raya a estos personajillos aberrantes de nuestra pacífica e indolente sociedad de bienestar.

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