Sobre la publicidad en el espacio urbano
Los recursos de que disponen las Haciendas Locales en España se han presentado como insuficientes desde el mismo origen de la nueva democracia creada por la Constitución de 1978. La autoridad que la Ley de Bases de Régumen Local concedía a los órganos municipales respecto a los Planes urbanísiticos, con la calificación del suelo(aunque sometida a la autoridad supervisora de las Comunidades Autónomas, pero de las que ésta han hecho dejación), ha permitido importantes ingresos a las arcas municipales... y el enriquecimiento corrupto de algunos ediles.
Otra fórmula de financiación ha sido la privatización de la gestión de los servicios públicos, lo que impulsó una corriente de cesión de la misma a las empresas "especializadas" en el sector, mediante la fórmula de concesiones administrativas por períodos muy largos (hasta de 50 años), superando así ampliamente el horizonte de una legislatura, y permitiendo, por la vía de los llamados "cánones adelantados" (una especie de actualización de una parte de los beneficios futuros de la concesión), disponer de dineros para obras inmediatas...y el enriquecimiento corrupto de algunos ediles.
La fórmula de llenar de placas, chirimbolos, carteles, marquesinas, tenderetes de todo tipo, con carga publicitaria es otra de las medidas adoptadas por los rectores municipales para conseguir dinero para su municipio. Hay ciudades en las que hay que pagar por hacer las necesidades perentorias, pero también es necesario esquivar los coches sobre las calles porque las aceras están frontalmente interceptadas por plafones publcitarios que, supuestamente, sirven además para recoger pilas usadas, fármacos viejos o trozos de rodilla peatonal. Ni qué decir tiene que los procedimientos de adjudicación, con casi ininteligibles pliegos de condiciones y fórmulas de puntuación destinadas a favorecer la no competencia, también han mejorado el bienestar personal de algunos ediles.
Es necesario decir que la publicidad urbana es un fenómeno que nada tiene que ver con la mejora del bienestar en la ciudad. Que los a veces de tamaño aparatoso, letreros luminosos, los carteles que anuncian perfumes, coches, licores, actos lúdicos o ropa interior, en nada mejoran la estética de la ciudad y en pcoo proporcionan información útil al viandante, constituyendo las ma´s de las veces, un simple engorro al tránsito y una distorsión visual.
Cuánto queda por hacer para conseguir, de verdad, ciudades limpias, seguras, paseables, con sficintes zonas verdes y lugares de encuentro agradables. Qué poco se piensa en que la renovación reiterada de los adoquines de las aceras, los modelos de mobiliario urbano, molestos bolardos, falsos cobijos para la intemperie, escollos en plazas y tránsitos peatonales, no son sino la puesta en evidencia , no del amor de los munícipes por su ciudad, sino más bien, de su deseo de movilizar los dineros por si -acaso, tal vez, por un casual- algo se les pudiera quedar entre las manos.
¿O hay otras explicaciones que se nos escapan?
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