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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Carta abierta a un gran evasor de impuestos

Disculpe, en primer lugar, que esta carta no tenga encabezamiento. No le conozco, ni siquiera se si es hombre o mujer, si actúa solo o en compañía de otros, incluso desconozco si esos otros que revolotean a su lado, son empleados de alguna de sus propias empresas o funcionarios de otras, directivos de cierto nivel y bancarios de grandes cuentas, políticos empeñados en ocultarle o gobernantes que se jactan de gozar de su amistad sebosa.

Supongo que muchos de los que forman su círculo de aduladores se levantarán, respetuosos, diligentes, al verle entrar por la puerta, le cederán el sitio en el ascensor, en la iglesia, en la cola del teatro o en la barra del club y le darán los buenos días aunque no lo sean para ellos, y le preguntan por su salud, alegrándose de que le vaya bien, aunque tengan los pulmones encharcados de sangre, esperando solo que de su mano caiga alguna prebenda.

Lo único que se de Vd., ignorando todo lo demás, y aunque no pueda ponerle cara, ni nombre, ni cuantía, es que Vd. evade impuestos. Muchos. Porque Vd. es un gran evasor de impuestos.

Fíjese lo poco que conozco de Vd. que ni siquiera se si esta acción la realiza disimulando beneficios, engordando las cajas b o engrosando los contenidos de las cajas fuertes en la que va acumulando dineros, joyas y objetos de gran valor en el mercado de las artes simbólicas, como resultado de la parte que no declara de las operaciones que realizan sus empresas, sus lucrativas actividades.

Más lucrativas aún, ahora que la competencia es menor, que el país se está hundiendo en el fango de la miseria.

Y, aunque pueda suponerlo, no se si ese patrimonio sobre el que se asienta, gigantesco para mentes acostumbradas a llegar a fin de mes conviviendo con deudas, lo ha conseguido a base de centralizar una buena cantidad de las ventas de su entramado empresarial en paraísos fiscales, o si lo que acumula es el fruto infeliz de las enseñanzas extraacadémicas de sus diligentes contables que, con el auxilio de empresas sin actividad real, y la generación sistemática de facturas falseadas, han creado una estructura de fantasía que le permite aumentar a discreción los gastos ficticios, pero escrupulosamente anotados, de sus empresas aparentes, para alzarse con montones de dineros opacos, tan frescos, contantes y sonantes, y que habrá puesto a buen recaudo, sangrando el flujo económico que atraviesa su bien engrasado sistema de evasión de impuestos.

Ignoro si, compartiendo el sentir de muchos de sus conciudadanos, Vd. cree que la actual situación de crisis es insostenible, y defiende con ardor que hay que cambiar el paradigma, y argumenta, sin mover un solo músculo de su pétreo rostro, que todos debemos colaborar y aportar el hombro para salir de ella. Supongo, sin embargo, que utilizará estos argumentos, que tanto le acercan a los que desprecia.

Incluso he supuesto que Vd., que tiene fuerza económica real, aunque haya conseguido ocultar un buen pellizo, goza de credibilidad y respeto social, y, por eso, le conceden amplio espacio en los media, y, aprovechando el escenario tan dispuesto, se ha constuído en uno de los paladines de la necesidad de una reforma laboral profunda, que permita reducir salarios y el despido libre de quienes no rinden, y que abogará por reducir impuestos, sobre todo, a las grandes empresas para facilitarles la inversión y mejorar su rentabilidad, y que resultará convincente al denunciar que debemos reducir el alcance del estado social porque hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, y, ahora, a las duras,  hay que saber reducir el gasto y el consumo para no hipotecar aún más el futuro común...

Me he imaginado que Vd., que seguramente ha conseguido proteger su conciencia con limosnas generosas -pero controladas- a alguna iglesia en la que no cree, que participa en varias asociaciones benéficas para ayuda a los más necesitados a los que en el fondo, desprecia, que ha contratado como peón o como guardesa al hijo de alguno de sus criados a los que perdonó la vida, y que, con muestras de orgullo por lo que ha conseguido, se lo pidan como si no, tiene siempre una respuesta oportuna, una palabra juiciosa, para aconsejar a los demás que trabajen, que se esfuercen, que no desesperen, y que ahí está su propio ejemplo para demostrar que la vida siempre acaba premiando a los que son honestos, fieles, inteligentes, hábiles, para aprovechar las oportunidades...

Me he imaginado que Vd. no tiene escrúpulos, que en su corazón no hay remordimientos, porque ha acabado por creer que lo está haciendo bien, que lo que hace es lo que corresponde hacer. Que los demás podrían hacer lo mismo si fueran así de inteligentes como Vd. para aprovechar la coyuntura, y para hacerla a su imagen y capricho, si fuera necesario.

También me he convencido de que nunca leerá esta carta, ni cartas como ésta, ni atenderá a indicaciones, ni a presiones, ni experimentará temores ni miedos ante inspecciones fiscales, anuncios justicieros, manifestaciones callejeras, acostumbrado como está a sentirse protegido por esa muralla de adulación, de respetos, de contibernios, de mentiras.

No me leerá ni su conciencia le avisará del demérito de su conducta. Pero, aunque no nos lleguemos a conocer jamás, hay algo que quiero decirle.

Le descubriremos. Le acabaremos descubriendo, vaya que sí. Ya no es posible mentir a todo el mundo todo el tiempo. Y estamos a punto de aparecer en su vida, para desenmascarlo para siempre. Aunque Vd. haya perdido su vergüenza, nosotros no hemos perdido el sentido ético y la solidaridad que da fuerza a nuestras vidas.

2 comentarios

Angel Arias -

Es hora, Guillermo. Somos muchos los que sabemos dónde están las lacras de este sistema y, por fin, muchos más los que estén, con nosotros, decididos a cambiarlo, poniendo a la ética, la honestidad y la responsabilidad social en el lugar donde siemrpe debieron haber estado: en el centro del legítimo deseo de progreso.

Guillermo Díaz -

El no te leerá, pero personas como yo que estamos hartos de estos personajes, sí te leemos... Es hora de que empecemos a levantar la voz, a escribir.... Seguro que alguien nos leerá e iremos creando el caldo de cultivo necesario para tratar de dar un giro a esto.