In memoriam: Santiago Carrillo
El 18 de septiembre de 2012, a los 97 años de edad, falleció Santiago Carrillo. Había nacido en 1915, en Gijón; su padre fue un sindicalista destacado de la UGT y dirigente del Partido Socialista de Asturias, en momentos en los que ser socialista significaba otras cosas, de las que las hemerotecas dan testimonio.
Santiago Carrillo, a pesar de su escasa formación académica, fue un hombre inquieto, y culto. Yo lo conocí personalmente hace ocho años, y compartimos una sobremesa en el que entonces era mi restaurante, AlNorte, en Madrid. Fue el 12 de octubre de 2004, y, cuando se lo pedí, escribió unos renglones en el libro de visitas del local.
Escribió de corrido la frase. Su mujer, Carmen, le guiaba la pluma poniéndole, a modo de plantilla, una cuartilla para que no se torciera, porque no veía bien.
Esto fue lo que me dejó, para mi pequeña historia: "A los amigos de "Al Norte", en recuerdo de un cordial almuerzo, con un grupo de valiosos luchadores por la democracia española. Santiago Carrillo".
Era evidente -para mí, desde luego- que la dedicatoria no iba dirigida a mí, quien en absoluto podía ser considerado (y menos, por él) "valioso luchador". Entre los asistentes a la comida, se encontraba Fernando Reinlein (ex UMD), que había organizado la comida y seguramente Carrillo pensaba, sobre todo, en él.
Yo había leído, y aún tendría ocasión desde entonces de leer bastante más, ya mucho sobre Santiago Carrillo y sobre el Partido Comunista, y sobre las tensiones internas que habían desgajado en varias facciones los planteamientos doctrinales de sus fuentes idiológicas. No me considero un ignorante, ni creo ser un sectario, a la hora de analizar la Historia española del siglo XX, que el protagonizó en buena parte.
Por eso, tengo mi propia explicación de algunos hechos relevantes de ese tramo tan complejo de nuestro pasado común, que no es preciso exponer aquí y ahora, y que, posiblemente, solo tiene interés para mí, para justificar mi prudente alejamiento de todo extremismo.
No participó Carrillo en la redacción de la Constitución de 1978, pero se le puede considerar uno de los "abuelos" de la misma, pues la vida le había llevado a moderar sus ideas revolucionarias, dotándolas de un pragmatismo inteligente y hábil.
Tuve oportunidad de conocer bastante de cerca a alguno de los siete llamados "padres" de esa Constitución, -que hoy se nos está quedando tiesa entre las manos-, y constatar que era apreciado por ellos y, desde luego, también por otros muchos ciudadanos, que siendo opuestos a sus teorías políticas, sabían echar mano de un gran respeto y una comprensión serena hacia lo que no compartían, sin encender los ánimos arojando petardos al pebetero.
Entre ellos, quiero referirme hoy, en esta necrológica, a quien fue durante años contertulio junto a Carrillo en la SER ("La Ventana", programa dirigido por Carles Francino), Miguel Herrero de Miñón, con el que también me relacioné gracias al restaurante.
Herrero me entregaba recetas de la España medieval, con el deseo de que las adaptase a los menús de mi "proyecto", que no era un negocio, sino, más bien, una excusa para organizar tertulias en las que algunos españoles se conociesen mejor y pudieran compartir sus ideas positivas. Esa es, desde luego, otra historia.
Descansa en paz, Santiago Carrillo. He escuchado en RN los comentarios que uno de tus hijos, José Carrillo, Rector de la Universidad de Madrid, respetado catedrático de Matemáticas, dedicaba a tu memoria y a la necesidad de que los españoles nos entendamos.
No pude evitar tampoco leer algunos comentarios con los que presuntos descerebrados aportan su mala uva a las, prácticamente generales, referencias elogiosas o de respeto al fallecido. Son, como siempre, producto de anónimos terroristas de la red telemática, tipos que utilizan cualquier ocasión para verter su bilis sobre lo que no quieren entender, depositando gotas de odio e insultos contra todo lo que ven o imaginan que les es contrario.
No merecería la pena darles cancha, y menos, en momentos de duelo. Conviene únicamente dejar de manifiesto que estos pendencieros que esconden la mano, se sienten estimulados, especialmente, por su deseo de condenar como únicos culpables a quienes, en todo caso, no fueron más que uno entre varios de quienes cometieron errores que no hay que sacar de contexto. Episodios complejos y dramáticos que el tiempo otros análisis sensatos han podido aclarar suficientemente, y que, en cualquier caso, en tiempos de paz, y porque queremos que dure, la mayoría hemos colocado en el anaquel de lo que no merece la pena destacar en el presente.
Santiago Carrillo era un hombre fiel a unas ideas básicas, que la edad y la experiencia convirtieron en elemento de negociación, en postura intelectual que solo por la vía del diálogo democrático puede alcanzar, si las circunstancias lo permiten, viabilidad.
Como en el fondo de esa doctrina está la comprensión de atajar las necesidades apremiantes de los que menos tienen, la voluntad de cambiar el sistema para que sea más justo, para que todos tengan de verdad, iguales oportunidades, y para que los que más ponen, más reciban, yo estoy de acuerdo con lo que transmiten o transmitieron, como poso de su trayectoria vital, personajes de ideologías tan diferentes como Santiago Carrillo, Miguel Herrero, Miguel Roca o Gregorio Peces-Barba.
Por ejemplo. Como ejemplo.
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