Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Reformar para educar; educar sin objetivo

El ministerio de Educación español, que su titular, Wert Ortega (1), dirige con mano firme hacia destinos ignotos, ha dado a conocer, a través de las fuentes inoficiosas habituales, su proyecto de reforma educativa, en el momento que pareció oportuno (aunque no nos lo parezca a algunos): el comienzo del nuevo curso 2012-2013.

Tengo información genérica sobre el Borrador de la Ley que se aprobará en un próximo Consejo de Ministros y no quiero que este Comentario discurra por los caireles de los aplausos conniventes ni de las descalificaciones frontales expresadas por quienes creen tener obligación de criticar todo cuanto provenga del contrario; las segundas, en esta ocasión, quedan bien reflejadas en la opinión emitida por vía de un agrio comunicado de la Consejera del ramo en el Principado de Asturias, Ana González, que afirma que el proyecto será "una involución ideológica".

Estaré cegado por la indiferencia, pero no veo tales peligros en pretender más centralización en el establecimiento de los programas, ni en la intensificación en Matemáticas, Ciencias y Lengua, ni en recuperar las reválidas, ni en introducir un tramo común dedicado a la Formación Profesional.

Ni siquiera lo veo en surprimir la Educación para la Ciudadanía ni en que se sostenga la posibilidad de subvencionar los Colegios e Institutos en donde se de enseñanza separada a niños y niñas.

Sí veo, en cambio, que la Reforma es un apaño más, un delicado retocar un par de cosas en superficie para obviar el abordaje de las cuestiones de fondo y, sobre todo, por la falta de consenso, la encuentro inyectada con la enfermedad infantil de nuestro proyecto colectivo, el virus que provoca el enanismo de nuestra democracia.

El problema capital de nuestro sistema educativo tiene tres ejes malignos: la desconexión de los objetivos educativos con los sociales (que son en parte empresariales, pero no solo, puesto que la sociedad debe tener otros fines además de conseguir que unos pocos generen plusvalías), el escaso estímulo a la formación que se traslada desde los docentes y las familias a los discentes (que se ve como inútil, como una carga, como un trámite legal para obtener un diploma al que se cree tener derecho, sin preocuparse de para qué sirve) y, al mismo nivel que los otros dos, la ausencia dramática de un verdadero abanico de opciones formativas, que garantice, en un mundo global, y en un entorno de gran dinamismo tecnológico, la suficiente versatilidad y capacidad individuales para encontrar una posición en él.

Reformar el sistema educativo sin haber resuelto para qué sirve dedicar dineros a la formación es despilfarrar dinero y esfuerzos y aumentar la frustración colectiva.

---

(1) El Ministerio se llama, en el actual gabinete -cuando esto escribo- de "Educación, Cultura y Deportes", en una denominación que rinde homenaje, como es ya costumbre, al conjuntos y a algunos de sus subconjuntos, poniéndolos a igual altura, y dando un nombre tanto más largo a la estructura cuanto más se reducen sus presupuestos. Me apresuro a indicar: del vicio de alargar la longitud con la que se trata de ilustrar acerca de los contenidos de los Ministerios, no hay Gobierno que se libre.

 

0 comentarios