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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Las malas jugadas de la memoria

Le habrá pasado al lector. Tratamos de identificar a los personajes que aparecen en las fotografías de hace cuarenta o más años y que se supone fueron miembros de nuestra familia, y dudamos. ¿Era el bisabuelo Antonio? ¿Esa que está junto al tío Jorge era su mujer, la que murió a mediados de siglo, o una hermana que se fue a Santo Domingo?

Si no tenemos la posibilidad de acudir a un especialista familiar en recordar anécdotas, datos y fechas, es probable que renunciemos a efectuar la identificación y, por tanto, la verdadera identidad de los fotografiados se pierdan para siempre, confundiéndose con el anonimato de los millones de seres que nos han precedido con la señal de la fe (o sin ella) y duermen ya el sueño de la paz (es decir, de la materia vuelta energía cosmogónica).

También hemos podido ser testigos de cómo la memoria flaquea incluso tratándose de nosotros mismos. Hechos y circunstancias que nos parece haber vivido, corresponden -al parecer, por lo que nos cuentan otros con mayor autoridad o claves para recordar lo que pasó en verdad- a nuestra imaginación, tal vez a la esfera de nuestros sueños.

Ah, también puede suceder que nos encontremos con alguien que asume el protagonismo principal de una historia en la que no traspasó el ámbito de mero espectador. Miles fueron los que participaron activamente en la transición política, corrieron delante de los grises cuando estudiantes; mucho antes, las guerras europeas se poblaron de héroes que protagonizaron hazañas propias de películas norteamericanas.

Por los detalles exasperantes con que nos cuentan su mili, el viaje a Thailandia o la operación de menisco, podríamos pensar que nuestros ocasionales interlocutores se han creído en el centro de algo muy importante, cuando deberían estar convencidos de que lo suyo carece de interés a partir de las dos micras de su ego.

Queremos, en realidad, asumir un papel más importante del que la realidad nos concede. Pocos son los elegidos, y, si analizamos el material, es ínfimo el número de los que ocupan espacios verdaderamente relevantes en la historia de la humanidad que debe ser, por lo demás, una parcela minúscula en la historia del cosmos.

Todos estaríamos seguros de identificar a algunos, pocos personajes difuntos hace tiempo. Pero tal vez esa identificación sea errónea, fruto de una trampa tendida por quien ha puesto nombre al retrato, o por una equivocación involuntaria.

Tal vez no estamos seguros de cómo era el rostro de ninguno de nuestros antepasados, independientemente de lo cerca que los tengamos en el árbol genealógico, que hayan sido humildes braceros, el emperador de Bizancio. la reencarnación de Shiva o la pareja de bonomos que despidieron del paraíso.

 

 

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