Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

El empleo del ambiente

Como era de esperar, la profundidad de la crisis ha hecho olvidar los buenos propósitos ambientalistas. Sí, aquellos que se enfocaban fundamentalmente a reducir las emisiones de carbono equivalente para tratar de contener que el calentamiento de la atmósfera no superara los 3 grados centígrados, lo que debemos hacer (Panel IPCC dixit) antes de 2050 o nos asolarán apocalípticos males.

Si están teniendo alguna capacidad de decisión que no quede subordinada al azar de los mercados, entre mandarnos a luchar contra la naturaleza en camiseta y pantalón corto dentro de un par de décadas y dejarnos morir de hambre en los próximos años, nuestros líderes mundiales ("We, the world leaders", ¿recuerda el lector?), secundados por otros líderes de menor talla, parecen haber elegido acelerar el proceso de destrucción de la humanidad.

En España, el año 2012 se presenta como un hito en la carrera por acabar pronto con el suplicio del vivir que es un sinvivir. El futuro no es lo que era: es que ya no existe, porque nadie se cree que podamos crecer lo suficiente para pagar lo que debemos; o sea, que nos hemos comido, no lo servido, sino lo que había en despensa y una parte de las semillas con las que deberíamos haber plantado el huerto.

Sorprende que, en estos trámites de cuaresma preparatoria para la hecatombe ("en dos años sabremos quién tiene razón", se comprometió, tan contundente como inconvincente el presidente Rajoy, en la defensa de que las medidas restrictivas acelerán la recuperación de puestos de trabajo), haya aún voces que defienden que la protección del ambiente crea empleo.

Coherente, desde luego, con lo que ha venido defendiendo cuando tenía puesto en el Ejecutivo, una de las últimas voces en defender este oximoron fue Teresa Ribera, ex-secretaria de Estado del Cambio Climático (extinto en el nuevo organigrama) en un artículo publicado en un periódico de amplia difusión. En distintos foros, en variadas oportunidades, subsisten rescoldos de esta petición de principio que desmiente, y duramente, la lógica.

Si estábamos utilizando el ambiente como si fuera un recurso natural inagotable y lo valorábamos como una res nulius, a la que no se nos había ocurrido poner precio, el que, un buen día, alarmados de los pecados que estábamos cometiendo, hayamos preparado una batería de leyes (algunas, además, incongruentes) con la pretensión de castigar su maluso y le tengamos puesto un coste para que las empresas y particulares que lo consuman o deterioren lo introduzcan en el pasivo de sus balances y en los debes de sus cuentas de explotación, el sentido común dice que, en la caja negra de la producción del pib nacional hemos metido un gato con uñas afiladas, que, bulla bullendo, nos destruirá parte de las rentabilidades que aún nos queden, empujando al déficit a otras cuantas empresas.

Ah, sí; se me olvidaba poner de manifiesto un detalle. Cosa muy distinta de este empobrecimiento general es que algunos se estén ahora mismo enriqueciendo con las medidas de control, y que, llevados por el viento y el calor favorables a las llamadas energías alternativas/renovables, hayan mejorado sus economías particulares y se hayan creado en esos nichos de aprovechamiento de coyunturas algunos puestos de trabajo.

Pero, thinking globally, en la caja negra no hay más que generación neta de desempleo.

Eso, y el empleo del ambiente como parte del juego dialéctico para adormecernos mientras los axiomas que no nos atrevemos a cambiar nos siguen comiendo los pies y alimentan las patrañas. Porque una cosa es estar de acuerdo en que hay que ser ambientalista por narices y otra engañar al personal con el cuento de que protegiendo a este recurso que hemos venido utilizando como saco de las patatas vamos a solucionar nuestros problemas...salvo que hubiéramos sido capaces (como están haciendo los países tecnológicamente más avanzados) de vender o imponer el amuleto a los países en desarrollados, con ese asunto de que venerar el ambiente hace milagros.

0 comentarios