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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Minería e incendios en los montes

Minería e incendios en los montes

Cuando en el Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible (CIDES) del Instituto de la Ingeniería de España se eligió como tema para la Sesión que se nos había cedido en el Conama 2012, el de "Montes incendiados, un debate entre ingenieros", yo me postulé para hablar desde la perspectiva de la minería.

La minería mantiene una intensa relación con el monte. La explotación de los recursos, incluso subterráneos, por su ubicación típica, afecta directamente a su imagen y conservación, e indirectamente, y de forma no menos sustancial, al entorno socioeconómico donde se ha abierto o pretende abrir una cantera o una mina. 

Porque la minería es una fuente de riqueza, pero también de riesgos y afecciones, no solo ambientales,  y moviliza intereses de muy variado carácter. A veces, la avidez de algunos puede significar la destrucción del bosque, al que se quema para facilitar el acceso a las explotaciones o en la pretensión de forzar la concesión de permisos mineros.

Pero también hay que resaltar que la extracción de minerales y rocas forma parte del paisaje. Y, en la Unión Europea, esto es así, no por capricho o insolencia gramatical, sino por definición legal. Todo aquello que conforma el entorno visual es paisaje, según el Convenio Europeo del Paisaje, reconocido así por la Ley española 42/2007 del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad.

No debemos, sin embargo, quedarnos en las definiciones para analizar la relación entre minería y monte y, en general, en la incidencia sobre el paisaje provocada por el fuego que tenga su origen, directo o indirecto, en la extracción de minerales y rocas.

Las explotaciones mineras del pasado, incluso del pasado reciente, han dejado minas "huérfanas", escombreras e instalaciones abandonadas, que constituyen riesgos de incendios permanentes. Restos de residuos y combustibles, maquinaria, compresores, instalaciones eléctricas a la intemperie, testimonio de la ruina de promotores; bocaminas por las que aún se puede acceder a interiores no clausurados que invitan a que buscadores de material reutilizable cometan alguna torpeza imprudente, e incendiaria.

Tampoco podemos ignorar que los montes, ocultan, a veces, canteras irregulares y minas indocumentadas, que se añaden a esa panorámica de afecciones al paisaje, por individuos sin escrúpulos que quieren aprovechar las coyunturas.

Es necesario combinar medidas de seguridad, control y protección de los montes afectados por la minería y, por supuesto, la recuperación de espacios mineros degradados, tanto para su puesta en valor como activo ambiental, como por la necesaria repoblación y protección forestal .

Son muchos los elementos jurídicos que confluyen: la propiedad comunal de algunos montes, la pérdida de su valor económico y el aumento de deberes acumulados sobre el propietario, la confusión en las responsabilidades administrativas y privadas sobre su conservación y vigilancia, la necesidad de controlar las actividades post-cierre de las minas y canteras, la decisión correcta de las labores de repoblación y reparación ambiental, y, en caso de montes incendiados, del óptimo tratamiento post-incendio en zonas mineras.

De esto traté en mi conferencia, que comencé con unos cuantos ejemplos acerca de los riesgos de combustión espontánea, sobre todo, del carbón, turbas y algunas mezclas bituminosas: el largo incendio de la mina de carbón de Rujigou (el más antiguo de China, apagado en 2007, después de 180 años), el de la ciudad fantasma Centralia, en Pensilvania (EEUU) -causado en 1962 por un fuego en un basurero y que se extendió inmediatamente por una capa de carbón en profundidad, y que se mantendrá durante '¡otros 250 años!-, el de Jharia (India), una explotación a cielo abierto, activa, en la que las llamas alcanzan en muchos sitios hasta 7 metros...

Incendios, muchos, casuales (a las combustiones espontáneas, se añaden las provocadas por rayos, imprudencias, descuidos),  pero también, en otros casos, provocados intencionadamente, como el que, presuntamente, han causado trabajadores de la empresa Volcan, en junio de 2008, para conseguir vencer por la vía de los desastres consumados la oposición de la Comunidad a la explotación del oro en la zona forestal de Jacha y que afectó a más de 300.000 árboles. O el de Portovelo, también en Perú, aún vivo en estos momentos, que se inició hace un par de días...

No debemos mirar únicamente a otros países, o pensar que los incendios relacionados con la minería son propios de países en desarrollo, o por aquellos que desean acelerar, por medios lícitos o ilícitos, la extracción de sus recursos minerales. En España tenemos capas de carbón subterráneas que están ardiendo espontáneamente; y riesgos latentes: cientos de minas y escombreras sin dueño legal, la mayoría con restos inflamables; estructuras y explotaciones abandonadas; y un inquietante etcétera, no bien inventariado, no del todo conocido.

El ignorante puede que, ante este panorama, dirija su acción inculpatoria hacia los ingenieros y técnicos mineros. En absoluto sería justo. El saber hacer y la deontología profesional son, por el contrario, la garantía de que las cosas se hagan correctamente, y así debe ser cuando se encomienda la explotación a una persona competente técnicamente.

Lo que debe controlarse es el incumplimiento de la Ley, del reglamento de seguridad minera y de las prescripciones para la competencia facultativa, además de, naturalmente, realizar el inventario completo y tomar las decisiones adecuadas sobre las explotaciones y escombreras abandonadas, para que la seguridad del monte, y de las personas, quede garantizada.

En mi conferencia tuve oportunidad de hacer un amplio repaso a esta singular relación entre la minería y los montes incendiados. No es, en España, una relación intensa, ni parecerá prioritaria desde una perspectiva más global, pero no conviene esconder la cabeza alegando ignorancia.

Un tema que no está candente, pero que puede arder cuando menos se espera.

(De las muchas imágenes que presenté en la ponencia, selecciono ésta de un monte quemado en Burning Drakes Pick, en una antigua mina de plomo en el Reino Unido)

 

 

 

 

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