Homenajes póstumos
De entre los homenajes póstumos -a los que parece que estos tiempos, están más inclinados-, me producen especial conmoción aquellos que se dedican a quienes han sido despreciados o maltratados en vida y, pasados años, incluso siglos, un grupo de paisanos, intelectuales, artistas, estudiosos o políticos intenta desagraviar con un acto que reivindica su memoria.
En la cumbre de la emoción, encuentro aquellos homenajes en los que se pretende "rehabilitar" y " se pide perdón", con panegíricos que destacan o exageran cualidades, a personas y colectivos cuya vida ha sido sesgada bruscamente a causa de sus ideas, asesinados a manos de quienes no tenían ninguna o las tenían contrarias.
El 20 de febrero de 1937 fue fusilado Leopoldo Alas y García-Argüelles, rector de la Universidad de Oviedo. La ciudad que lo vió nacer y morir lo nombró en 2012, 75 años después, su hijo predilecto, la más alta distinción que concede.
Oviedo es una ciudad pequeña en la que todo el mundo se conoce o cree conocerse. Más aún: se está muy atento a cualquier movimiento que pueda suponer prestigio, relevancia o admiración, porque el caldo pastoso de la mediocridad no permite que nadie destaque demasiado. No se asesina hoy por envidia, pero se puede hacer daño de otras maneras: con el desprecio, la difamación, la calumnia.
Por eso, el homenaje tributado a Leopoldo Alas, hijo de otro homónimo y más famoso, conocido como "Clarín", autor de un libro de culto que describe Vetusta con trazos que la realidad reproductiva de las miserias humanas convierte en imperecederos, ha desempolvado la caja de ciertas miserias, algunas de las cuales se lanzan contra otro Leopoldo, éste, vivo, nieto del rescatado del olvido y también catedrático de la Universidad ovetense (léase algún comentario al hilo de uno de los trabajos publicados estos días).
Yo conozco a Leopoldo Tolívar y por eso sé bien que no necesita que nadie lo defienda, como también supongo -es ley natural- que no todos los que le sonríen sean amigos suyos. Pero este asunto de desviar la atención desde el desagraviado fallecido hacia un vivo que aún colea, me hace pensar que, cada vez que pretendamos sacar del oprobio colectivo a un buen tipo al que se le ha dado pasaporte al otro mundo por las ideas, alguien, en nombre de todos, debería pronunciar unas sentencias, más o menos, de este tenor:
"No te pedimos perdón por quienes te asesinaron (o vejaron) vilmente, porque esa vergüenza ha de quedar para siempre sobre su propia memoria; te pedimos perdón porque no hemos aprendido de tu ejemplo todavía, y nuestra sociedad sigue haciendo lo posible para que destaquen los mediocres, y para ello, se complace en prescindir, ahogando su voz, de la mayoría de los mejores".
(No me resisto a incorporar aquí, para que el lector extraiga sus propias conclusiones, aún a riesgo de distorsionar en parte el mensaje central de mi Comentario, la relación de "Hijos Predilectos de la Ciudad de Oviedo", hasta donde tengo conocimiento.
Es la siguiente: Fernando Alonso Díaz, Letizia Ortiz Rocasolano,Luis Fernández-Vega Diego, Joaquín Vaquero Palacios, Martín González del Valle y Herrero, Carlos Luis Alvarez Alvarez, Ignacio Alonso de Nora, Manuel Alvarez-Buylla y López-Villamil, Marcelino Somohano Cueto, Sabino Fernández-Campo, Dolores Medio Estrada, Paulino Vicente Rodríguez, Plácido Alvarez-Buylla Godino, Valentín Masip Acevedo, Antonio Roces, José Fuente Díaz- Estébanez, y Jose María Fernández-Ladreda y Menéndez Valdés)
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