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Al Socaire de El blog de Angel Arias

No habrá paz para los ingenuos

Si alguien albergaba alguna duda acerca de una Europa de dos velocidades, es decir, de dos categorías, los representantes gubernamentales de doce países menores la han volatilizado. Fue el 20 de febrero de 2012.

Al dictado de Italia y el Reino Unido que, por supuesto, son también firmantes, esos doce Gobiernos en estado de pánico -algunos, procedentes de los últimos atriles de los tutti- han dirigido una carta lacrimógena a la dirección de la orquesta europea, quejándose con la boca pequeña, al tiempo que emitiendo sonoros aplausos, de la desmedida interpretación de la poderosa coalición franco-alemana.

Para salvar algunos de sus muebles del cuartucho de los trastos, en donde los tienen recogidos, solicitan también, con un respeto que huele a exacerbado, ciertos cambios menores en esa la ópera bufo.dramática que todos están interpretando, con gran éxito, al decir de los tiburones y cocodrilos económicos que ocupan los palcos principales del teatro.  Su título (aún provisional) es: "No tenemos ni idea de lo que pasa, pero duele mucho", con libreto y partitura de las agencias de crédito norteamericanas.

Ciertamente, las frases del documento difundido rebelan unas formas exquisitas, una delicadeza encomiable, adecuada para expresar trivialidades presentadas como "propuestas" que, al tiempo que dejan clara la intención de mantener la fiel sumisión ante los principios del liberalismo económico, sirven también para reflejar, a quien quiera entenderlo -es una "carta abierta", es decir, va destinada a nosotros, los de a pié-, su manifiesto apoyo a lo  que venga prescrito por la autoridad superior, sea lo que sea.

Tomemos como ejemplo esta expresión: "Debemos restablecer la confianza, entre ciudadanos, empresas y mercados financieros, en la capacidad de Europa para crecer de forma firme y sostenible".

El análisis lógico-gramatical de esta frase pone de manifiesto: 1) que los firmantes no tienen el poder, por lo que utilizan la licencia de integrarse en el grupo de dirección, utilizando la primera persona del plural en su escrito; 2) su visión de que las cosas irán a peor y que sus países se verán aún más afectados, pero que no saben qué hacer (puesto que hay que suponer que ya lo estarían haciendo); 3) el reconocimiento de que nadie, ni ellos mismos, se está creyendo que Europa tenga capacidad para crecer, y de que, por tanto, la pérdida de confianza que se tiene hacia ella, está bien fundamentada; 4) la ausencia de fórmulas, ideas y medidas para restablecer esa confianza, ni siquiera entre sus propios ciudadanos y empresas, ya que no deberían ignorar que el poder real de la Unión Europea es mínimo; 5) ergo, la imposibilidad de crecer de forma ni firme ni sostenible -por supuesto, tampoco "ni débil ni precaria"- y de que no hay más remedio que proclamar urbi et orbe que estamos en franca recesión, al estilo del malhadado capitán del Crucero Aquile Lauro.

Tampoco hay que preocuparse en exceso. Siempre se podrá uno preguntar: si quienes nos dirigen no saben qué es lo que hay que hacer crecer ¿por qué obsesionarse en busca de una salida?; quedémosnos donde estamos; y si no se nos explica qué significa esa forma de desarrollarse "firme y sostenible" (tiene un aire de equivalencia a aquello de "la mirada clara y lejos"), ¿por qué moverse?; disfrutemos en lo que hay, bajo el motto "sálvese quien pueda".

Por suerte, los habitantes de esos doce países cuyos líderes se encuentran preocupados, debemos dar por seguro de que a los alemanes -y por ende, a los franceses- se les ocurrirá algo; puede que ya estén en ello: ¿la invasión de China con su alta tecnología?; ¿la expulsión de los griegos del territorio europeo como apestados, expoliando sus museos y ridiculizando su cultura y buen carácter?; ¿la venta de las empresas de la Europa cañí a los inversores norteamericanos en lucidas smart box distribuídas en comercios de todo a cien?

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