Por qué suena el río y doblan las campanas
"Por quién doblan las campanas" es el título de una conocida novela de Ernst Hemingway sobre la Guera Civil Española (GCE), banco de pruebas indecente de la Segunda Guerra Mundial (SGM); no todo el mundo sabe que la frase está extraída de una larga reflexión del poeta metafísico inglés John Donne (Devotions Upon Emergent Occasions, siglo XVII), que, en ese párrafo concreto que la incluye, dice así:
"No man is an island, entire of itself; every man is a piece of the continent, a part of the main; if a clod be washed away by the sea, Europe is the less, as well as if a promontory were, as well as if a manor of thy friend’s or of thine own were; any man’s death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bell tolls; it tolls for thee. " (1)
Si lo traemos aquí, sin embargo, es sobre todo, por la continuación:
"Neither can we call this a begging of misery, or a borrowing of misery, as though we were not miserable enough of ourselves, but must fetch in more from the next house, in taking upon us the misery of our neighbors. (...)" (2)
En la versión que ahora se entiende más atinada sobre el problema surgido por cómo los mercados juzgan la solvencia de algunos países europeos, se atribuye la falta de credibilidad de los Estados, no a la cuantía de su deuda soberana, sino al inmenso endeudamiento de las familias, que sería -en el caso de España- superior incluso a tres veces el PIB anual.
Resultaría, en consecuencia, que no es el Estado (sus Administraciones públicas) quien presenta el riesgo de no poder pagar, sino sus ciudadanos que, endeudados hasta más allá de las cejas, y sin ingresos suficientes, no podrían afrontar la devolución de los créditos que les fueron concedidos por sus instituciones financieras.
Acabáramos, pues. Ahora ya sabemos por quién doblan las campanas y porqué sonaba el río. Agua llevaba, pero prestada. Al secarse las fuentes, afloró nuestra pobreza individual acumulada con la de nuestros vecinos.
Pero los entendidos dicen que, aunque las aguas han amainado, el cauce es sólido: los Estados sobrevivirán a esta angustia, la crisis no prevalecerá contra ellos.
Esto huele, por tanto, fuertemente, a devaluación; ya están preparados nuestros cuellos; nos han bajado la gorguera, dejando al descubierto nuestra fragilidad, y, con ella, los cortes en la piel que atestiguan pasadas soluciones a momentos similares.
Mientras tanto, en los charcos patean (espatuchan, decimos en Asturias), los vecinos, montando caceroladas con sus venerable razones. Hay huelga de enseñantes, y parece que tienen razón; se anuncia la intención del Consejo de Administración de los noticieros públicos de supervisar los contenidos emitidos o radiados y los periodistas y afines tienen buenas razones al reclamar su libertad de opinión; los sindicatos piden más puestos de trabajo y no les falta razón; los banqueros quieren más dinero para tapar agujeros y puede que esa sea la razón; los indignados ocupan la calle y se llenan de razón;...
Si no fueramos ya bastante miserables, siempre podemos atrapar más miseria de la casa de al lado. Teniendo razón, por supuesto.
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(1) "Nadie es una isla, completo en sí; cada hombre es un trozo del continente, una parte del todo; si el mar se lleva un pedazo de tierra, Europa disminuye, tanto si se trata de un montículo prominente, como si se es la casa solariega de tus amigo, o la tuya propia; del mismo modo, la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy vinculado a la humanidad; y, por eso, nunca mandes a nadie a enterarse de la razón por la que doblan las campanas: doblan por ti." John Donne
(2) "Tampoco podemos confundir esta situación como una petición o un préstamo de miseria, porque si no fueramos ya bastante miserables por nosotros mismos, siempre podremos atrapar más miseria de la casa de al lado, incorporando a la nuestra la de nuestros vecinos". John Donne.
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