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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la importancia de llamarse Ernesto

Sobre la importancia de llamarse Ernesto

Quien tradujo al español el título de la obra de Oscar Wilde "The importance of being earnest" por "La importancia de llamarse Ernesto" era un bromista, pero conocía las debilidades del alma humana.

Para muchos, por lo que hemos ido sabiendo, es mucho más importante llamarse Ernesto que ser serio. Tenemos numerosos ejemplos en la Administración pública, en los partidos políticos, en las entidades financieras (Cajas de Ahorro incluídas), en algunas grandes empresas (por su facturación solo)  y, como parece que nadie está libre de que le tiren la primera piedra -y, ya puestos a dilapidar, las siguientes-, últimamente, también en la familia real española.

A los efectos de la negativa de la expiación por la disculpa clásica de "yo no he sido, y no me enteré de nada", nos da lo mismo que el infractor -aunque tenga que calificársele con el apelativo de presunto- de la norma de seriedad exigible a quien tiene la obligación institucional de dar ejemplo de comportamiento, se llame Iñaky, Ernesto o utilice el seudónimo de Capitán Araña.

Si quien se mete en azarosos berenjenales es incapaz de entender que sus actuaciones habrán de ser analizadas, tarde o temprano, y desdeña la intuición de que debe andar con especial cuidado para contener sus eventuales impulsos avariciosos, porque sus actos no solo servirán para juzgarle a él, sino a instituciones de cuyo prestigio depende la credibilidad del marco de convivencia, aviados vamos.

No somos iconoclastas, sino posibilistas. Aunque tenemos nuestra fundada opinión sobre todo tipo de oropeles, regalos, propiedades y triunfos que no han sido ganados por quienes los ostenta, no practicamos la teoría de la destrucción del orden heredado por la satisfacción problemática de empezarlo todo de nuevo.

Pero nos sentimos legitimados para exigir, sin ambages, que quienes resultan aupados, por las circunstancias que sean, a cualquier pedestal, se comporten con la dignidad del puesto que ocupan. Porque nos va en ello nuestra propia tranquilidad, la de estar cumpliendo con la obligación, los que no nos llamamos Ernesto, de ser serios.

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