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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la Europa de dos aceleraciones, parada y marcha atrás

Acostumbrados a oir que la Unión Europea avanza, o puede avanzar (o retroceder) en dos velocidades, extrañará que escribamos que, con más exactitud, lo que la pareja de hecho que forman Merkel y Sarkozy se plantean, sentados como están en el panel de mando, es cambiar de marcha en el vehículo figurado de la economía eurocomunitaria, y acelerar de sopetón, a lo Fernando Alonso, para poner aún más distancia con los países que no pueden seguir su ritmo, una vez que han comprobado que la compañía de ese pelotón de torpes se ha convertido en desventaja.

El invento más reciente de la reunificación europea surgió, como es sabido, de la conspiración comercial de un grupo de empresas que deseaban defender sus mercados interiores de la entrada barata en sus territorios de carbón y productos siderúrgicos de primera transformación. La fórmula de establecer barreras de precios mínimos y cupos a algunos materiales gustó tanto que, en seguida, se amplió a algunas producciones agropecuarias, añadiéndose, desde entonces, diversos adornos y complementos a la idea, incorporando sucesivamente, de forma que se creía controlada, más países al círculo de virtuosos, sin perder, eso sí, la capacidad de decisión especial que se reservaron los estados fundadores, cuyo núcleo duro estuvo siempre localizado en el eje Bonn (Berlín)-París.

Los efectos de esa trampa argumental de un modelo europeo leal y colaboracionista han sido especialmente dramáticos para España, atrapada en una mezcla estructural de ineficacia, ingenuidad, desorden ideológico, deseos incontrolables de ser reconocida por el grupo de cabeza y retraso crónico masivo respecto a él, por su incapacidad sistemática para aprovechar las oportunidades de la Historia. Quijotismo, en resumen.

España es, en efecto, un "gran país" -recogemos, sin intención de parodia, uno de los latiguillos argumentales del futuro presidente español, Rajoy (1)-, pero de cortas entendederas en la política internacional y de permanente tensión rupturista en el campo de las decisiones interiores.

Nuestros insuficientes 46 millones de habitantes no dan para mucho peso en el poblado globo terreste, y la entidad de nuestra exportación a otros países no hace sino confirmar nuestro reducido ámbito de influencia internacional. Somos, fundamentalmente, un mercado restringido de consumidores, que disponíamos de un alto poder adquisitivo hasta hace poco -enguadados por las sobras del núcleo duro europeo y sus intenciones de controlar sectores prioritarios de producción y servicio-.

Goldman Sachs, una entidad que, como otras de su calado, juega a la desorientación económica internacional de los crédulos, vaticinando lo que a los más poderosos les apetece que suceda, ha pronosticado que España entrará en recesión.

Teniendo en cuenta quiénes dictan sus previsiones, la lectura correcta, con las gafas de ver españolas, de ese diagnóstico que no le hemos pedido, es que Alemania y Francia -y sus pequeños países comparsa en la Unión Europea-, van a pisar el acelerador. Ya no nos necesitan.

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(1) Hay algo más de 190 "grandes países" con los que compartimos la pretensión.

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