Sobre el uso de tropos y floripondios en política
Para un político, es fundamental el conocimiento del idioma, en especial, el disponer de un acervo de palabras sinónimas, tropos, floripondios, expresiones rimbombantes, latiguillos y fórmulas que, sin parecer que te has quedado en blanco o careces momentáneamente de ideas para impulsar el carro en el que circula la sin hueso, puedas salvar el bache con donaire, gracia, gallardía, gentileza, prestancia y donosura de las buenas.
Acercando aún más la lupa de la curiosidad a los entresijos del lenguaje, si analizáramos los discursos de los líderes políticos, nos daríamos cuenta de lo importante que es para ellos, emplear palabras que, según el momento, significan lo que el oyente quiera y, por tanto, seguramente, no signifiquen nada o casi nada.
Tomemos como ejemplo el uso de los términos "justo y equitativo". Suena bien, para cualquier oyente. Responde a lo que podríamos identificar como valores éticos universales, principios a los que la naturaleza humana no puede sustraerse. Debe ser considerado así por los líderes políticos, porque, independientemente de la ideología que dicen defender, lo emplean con persistencia.
El diccionario de la RAE, no nos desmiente de nuestra apreciación de que lo que se haga con estos principios rectores ha de ser irreprochable. Aunque "justo" tiene varias acepciones, si las reducimos al espacio socioeconómico, que es donde dicen moverse los políticos, siendo allí donde han de cocerse las habas, la que resulta más adecuada es la séptima:"apretadamente, con estrechez", o sea, ajustándose el cinturón, sin aspavientos ni despilfarros, absteniéndose, no ya de tirar la casa por la ventana, sino ahorrando en adornos, quitando lo superfluo, lo inútil, lo del cuento.
En el caso de equitativo (aquí remite el antaño docto legajo, hoy convertido en espacio de consulta virtual, al término "equidad"), no cabrían dudas de que la modalidad pertinente al caso, sería "la de dar a cada uno de lo que merece", que ha de ser igual que poner a cada uno en su sitio, cantar las cuarenta sin importar que caiga quien caiga, ni duelan prendas, y sin arrugarse ante títulos, prebendas, pretextos ni acaso subterfugios.
El candidato Rajoy ha afirmado en el Congreso del PP en Málaga que se compromete a "repartir de forma justa y equitativa los sacrificios de la crisis". Así que, cuando Rajoy sea presidente de Gobierno, reformará las disposiciones que sean precisas para que, en esto de apretarse el cinturón, no solo no haya dispendios de sustancia, sino que, además, apechuguen con el marrón los que lo han creado, que son los que merecen, sin duda, pagar los platos rotos de la crisis.
No hace mucho -a mediados de septiembre de 2011, desde el Ministerio de Hacienda (Gestha) se había apoyado la restauración del Impuesto de Patrimonio para fortunas superiores a los 700.000 euros, pues se trata de un tributo "justo y equitativo". Coincidencia, pues con lo que, por fin, también el PSOE preconiza y no cabe esperar que el opositante Rubalcaba, aunque quiera marcar distancias con el árbol caído, haga astillas del propósito.
La muy batalladora Rosa Díez, líder de UPyD, impecable animadora de los debates parlamentarios, en una de sus últimas intervenciones en la pasada legislatura, mostrando su disconformidad con las prejubilaciones abusivas, incluídas las que afectan a los que ocupan escaños, indicaba que "Es evidente que este privilegio se opone al principio de premiar el esfuerzo, y de garantizar un sistema de Seguridad Social justo y equitativo para todos". No se puede estar más de acuerdo.
Algo más a la izquierda, Gaspar Llamazares, el médico de Izquierda Unidad, en junio de 2010, al presentar una moción contra las medidas anticrisis, que acaba de aprobar en solitario el PSOE, expresaba que "las propuestas incluidas en la moción tienen por objetivo principal el reparto justo y equitativo del esfuerzo necesario para una salida social de la crisis”. Magnífico alegato.
Solo cabe desearnos, como españoles de a pie, sin aspiraciones políticas, que nuestros políticos, en especial los que alcancen responsabilidades de gobierno, se comporten haciendo lo que es más "justo y equitativo" y, puesto que están de acuerdo, eviten llamarnos a votaciones cada cuatro años, habida cuenta de que tenemos mucho trabajo y el horno no está precisamente para bollos.
Y ahora que caemos en ello. ¿De qué nos suenan esas palabras? Sí, en efecto: la formación común cristianoromana de nuestros políticos es el elemento subyacente. No pocas veces habrán repetido, como todos, eso de "es justo y necesario, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar..." Les sugerimos que, puestos a establecer coincidencias programáticas absolutas, utilicen la expresión completa, expresando que cuanto hagan será "justo, necesario, equitativo y saludable".
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