En ayuda de Rajoy y Rubalcaba (2)
Proseguimos en este Comentario con la relación de temas que exigen un tratamiento más urgente, y cuyas propuestas concretas deberían ser objeto preferencial del programa de Gobierno, independientemente de su signo político.
3. Activación económica.- La reactivación supone señalar claramente los sectores estratégicos -para los que la forma de control desde la Administración puede incluso llegar a la fijación de precios independientes del mercado-, de desarrollo preferente -en el que se concretarán las ayudas y estímulos oficiales y los mecanismos de coordinación- y los que se dejan a la libre determinación del mercado.
No es una cuestión baladí. Aunque nos encontramos formando parte de la Unión Europea, nuestros representantes en esa institución parecen olvidarse a veces de que es, fundamentalmente, una agrupación de intereses comerciales, incapaz, a pesar de todos los voluntarismos, de funcionar como una verdadera unidad política.
El ejemplo más reciente de esta distancia entre lo que se dice desear y lo que en verdad se lleva a cabo es el episodio de descalabro de las exportaciones agrarias españolas, en la que otro país comunitario, Alemania, no ha dudado en imputar -se demostró que injustificadamente- a los pepinos españoles la causa del brote de la Escherichia colli en Hamburdo. La pésima gestión común de la política energética o la incapacidad para plantear una estrategia internacional, incluso ante temas tan graves como la defensa de los derechos humanos, el comportamiento ante los regímenes dictatoriales o la ayuda al desarrollo, son ejemplos concretos de la falta de criterios compartidos y de la primacía de los intereses nacionales sobre los europeos.
La reactivación económica y, en general, la política económica, implica mantener activa la interrelación entre los agentes socioeconómicos, tutelándola y dinamizándola. El país necesita aumentar su productividad, y este punto no admite polémica en ninguna mesa de negociaciones. El sostenimiento de nuestra competitividad no puede basarse en la diferencia de los costes salariales con los países con los que competimos, a igualdad de desarrollo, porque eso es pura fantasía mercantil, que no puede sostenerse.
No existe más "clase empresarial" en esta etapa del desarrollo económico mundial que las empresas multinacionales, a las que hay que controlar con una legislación seria, bien estructurada y que impida los fraudes hacia paraísos fiscales de las plusvalías generadas aquí y que persiga las actividades delictivas, pero, y sobre todo, que anime a una colaboración y encaje entre los objetivos nacionales y los de estos grupos. Conseguir esa interlocución, y mantenerla, es sustancial.
Las empresas que cotizan en el Ibex 35 -y, por ampliación, las doscientas o trescientas empresas que generan más empleo y/o más facturación- deben ser objeto de un tratamiento especial, buscando siempre combinar la cooperación con los objetivos generales del Estado con el respeto a sus iniciativas de crecimiento. No hay que engañarse: ni existe el libre mercado ni la filantropía produce réditos económicos.
Máxima preocupación para la activación económica ha de ser la tutela de las pequeñas y medianas empresas y promover nuevas iniciativas. No toda propuesta particular es una "nueva iniciativa" que conviene proteger. Por el contrario, la imaginación individual, cuando no se cultiva con información correcta y con orientación respecto a las carencias a cubrir o perspectivas más saludables, lo que hace es generar redundancias y pérdidas de recursos, para nada.
No necesitamos más peluquerías, ni bares, ni mercerías, ni restaurantes, ni tiendas de iluminación ni complementos. Sí, en cambio, establecimientos de calidad, de muy alta calidad incluso, y especialmente en los campos de las nuevas tecnologías, de la informática, de la energía, de las comunicaciones, de control de contaminación -de las aguas, del suelo, del aire-,...
(Continuará)
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